15 enero 2015

Guerra de los Mundos / War of the Worlds, de H. G. Wells

Francisco Peña.

A más de 100 años de su creación, la novela La Guerra de los Mundos forma ya parte del imaginario colectivo. Su autor, Herbert George Wells, es uno de los gigantes reconocidos de la Ciencia Ficción o, como se le conocía entonces, del romance especulativo.


Entre otras virtudes, se le reconoce a Wells el ser el creador de varias ideas y temas de la Ciencia Ficción que después han sido desarrolladas, trabajadas, explotadas y copiadas por otros autores del género. En La Guerra de los Mundos, publicada en 1898 por la editorial William Heinemann Ltd, Wells introduce tres novedades dentro de la literatura de su época y del género de la Ciencia Ficción.

1. Por primera vez, una especie ajena a este planeta invade la Tierra.

2. El resultado de la guerra interplanetaria se decide por un “arma” inesperada: los microorganismos.

3. El invasor es, en forma patente, superior a los humanos debido a su avanzada tecnología.

A lo largo de la historia se han predecido catástrofes apocalípticas que hablan de la destrucción de nuestro planeta, en algunos casos para dar paso a un renacimiento místico y/o social. Una vía invocada para llegar a esta catástrofe final es la guerra. Este sentimiento de que el fin del mundo se acerca también surgió a finales del siglo XIX, con otros matices.

El fin del mundo, sumado a la situación de enfrentamiento de las potencias predominantes al final del siglo XIX, hizo que la imaginación popular europea se distrajera con novelas de guerras imaginarias. Los actores de esas guerras novelescas eran Inglaterra, Alemania, Francia, Rusia y Japón. Pero en toda esta moda literaria, que prefiguraba la Primera Guerra Mundial, los enfrentamientos bélicos eran entre seres humanos, entre habitantes del mismo planeta.

También a finales del siglo XIX el planeta Marte era objeto de especulación entre los científicos, astrónomos y hombres de cultura. Entre 1877 y 1881 el astrónomo italiano Schiaparelli habló de que en sus observaciones había notado ciertas líneas rectas sobre la superficie marciana y las llamó “canales”. Esta afirmación dio pie a especulaciones sobre la existencia de una civilización marciana.


Los “canales”, se dijo, eran los medios para transportar agua de los polos marcianos hacia su ecuador. Esa necesidad de agua podía implicar la existencia en Marte de una cultura en vías de extinción, con medios tecnológicos evidentes y una marcada decisión para sobrevivir.


Varios años después, el científico norteamericano Percival Lowell construyó un observatorio en Flagstaff, Arizona. De sus observaciones de Marte concluyó que los “canales” si existían y siempre creyó que había vida en el planeta rojo.


Las guerras imaginarias y las especulaciones sobre Marte alimentaron la mente de Wells. El autor unió ambos elementos y extrapoló creativamente sus consecuencias: el resultado fue La Guerra de los Mundos. Al escribir la novela, planteó por primera vez una invasión a la Tierra por parte de una especie y civilización extraterrestre, la marciana, de cuya existencia había “señales”.

Wells fue un innovador al dejar de ser antropocéntrico pero no quiso dejar de ser inglés. En su novela, la invasión marciana se da justo en Inglaterra y muy cerca de Londres; no sucede en áreas geográficas más amplias como América, Africa o Asia.

Herbert George Wells.

Los marcianos, con una puntería envidiable y digna de mejores causas, caen en una zona muy estrecha de una pequeña isla del Atlántico Norte. ¿Por qué los marcianos de Wells llegan a Inglaterra y no a Brasil. Zaire o China? Simplemente porque a finales del siglo XIX el imperio más poderoso del planeta era el inglés, que a través de sus rutas marítimas controlaba una gran cantidad de colonias y un alto porcentaje del comercio mundial. Wells coloca su invasión marciana en el “núcleo” del imperio por razones morales y didácticas: “asi es como se siente ser una tribu primitiva, y que una nación occidental llegue a civilizarlos con cañones Maxim”.

Su objetivo didáctico era que el ciudadano común “sintiera” lo que le podía pasar si alguien más poderoso conquistaba Inglaterra, tal y como ese país controlaba a culturas más antiguas y complejas como la hindú, sólo porque contaba con una tecnología militar superior.

Wells reúne sus razones morales con la novela de guerras imaginarias y la especulación sobre Marte, pone de escenario a Inglaterra, extrapola las partes y llega a algo nuevo: por primera vez en la literatura, la Tierra es invadida por una civilización extraterrestre.


La invasión marciana en La Guerra de los Mundos es irrefrenable por la superioridad tecnológica del invasor. Sin embargo, el resultado inmediato de la guerra es una “victoria” humana. Nuestros aliados microscópicos, las bacterias, destruyen a los marcianos.

Es la primera vez, en la literatura, que se apunta la posibilidad de que una guerra termine por la infección de microbios en el organismo del enemigo. Wells toma las investigaciones de su época, y extrapola su uso en un ambiente al cual el enemigo no se ha adaptado, a diferencia de los humanos que lo han hecho durante miles de años. Los marcianos sucumben ante la falta de adaptación evolutiva. Darwin, la teoría de la evolución y la sobrevivencia del más fuerte están presentes en esta argumentación.

Wells señaña un peligro que actualmente es real: la guerra bacterológica y sus posibles consecuencias. Por desgracia, en este tema también fue un innovador.

La resistencia a la invasión marciana es encabezada por el ejército y la marina de Inglaterra. La tecnología militar que Wells retrata es la de su momento histórico: acorazados, artillería, infantería, globos de observación, ferrocarriles y caballos. A esta capacidad de combate del país más poderoso del momento, le enfrenta una tecnología militar marciana muy superior. Conforme avanza la novela, Wells va develando paso a paso la capacidad militar marciana. La secuencia de revelación paulatina de la tecnología marciana es la siguiente:

Proyectiles
Proyectiles tripulados caen en la Tierra. Implica la capacidad de lanzar objetos al espacio, así sea por medio de un cañón -al igual que Julio Verne, no hay cohetes-, cuyo disparo deja nubes verdes en la superficie de Marte. En la novela los humanos no tienen esta tecnología.


Trípodes
Frente a la necesidad de moverse con velocidad en una gravedad mayor, y para enfrentar la movilidad humana, Wells hace que sus marcianos construyan trípodes de gran altura. Ante los trípodes no hay defensa convencional humana que contrarreste sus movimientos. Un marciano en su trípode es una imagen impresionante; el terror y el pánico que provoca en los humanos es incontenible. El arma humana que se opone a los trípodes es la artillería. En un primer encuentro, las baterías derriban a un marciano; como respuesta los marcianos usan dos armas superiores a las detectadas. Wells da un paso más en la descripción de la tecnología militar marciana.


El Rayo de Calor y el Humo Negro
Para combatir a distancia a la artillería inglesa, los marcianos emplean el Rayo de Calor. Cualquier cosa que toca dicho rayo arde: funde metales, quema árboles, achicharra seres humanos. Aunque su existencia es detectada desde el inicio de la novela, el Rayo de Calor sólo muestra su potencialidad hasta enfrentarse a la artillería. No hay defensa convencional, el ejército inglés es desbaratado y su organización se pulveriza.


Para quebrar la resistencia del ejército inglés, pero para no destruir totalmente al planeta conquistado, los marcianos usan el Humo Negro. Este humo negro es simplemente gas tóxico. que mata a los seres vivos pero deja las construcciones intactas. Wells prefigura el uso de gases tóxicos durante la Primera Guerra Mundial. Tampoco el hombre tiene defensa ante estas dos tecnologías militares marcianas.


El arma humana más poderosa, el acorazado, también sucumbe. El capítulo 17 de la novela de Wells, titulado “Thunderchild”, narra el enfrentamiento de un navío inglés contra los marcianos. Destruye dos trípodes luego de lanzarse a toda velocidad contra sus enemigos. Es el momento de mayor esperanza de los humanos pues suponen que tienen un arma para enfrentar la invasión.

El desconocimiento de los marcianos sobre las características del barco los lleva a cometer un error táctico, pues lo atacan primero con el Humo Negro. El navío resiste y destruye a un primer marciano. De inmediato se corrige el error y se emplea el Rayo de Calor: el barco estalla y destruye con su propia explosión a un segundo invasor. Wells escribe esta escena como algo heroico. El sacrificio del Thunderchild permite que los barcos civiles escapen del alcance de las armas marcianas.


Máquinas Voladoras
Esta es la última etapa de desarrollo que Wells marca para la tecnología marciana. La intención de Wells es quebrar la última defensa de la humanidad: el mar y sus distancias. Con la máquina voladora los marcianos son capaces de expandir su conquista a otros continentes, la derrota humana es total. Wells prefigura el uso militar del avión, que fue creado pocos años después por los hermanos Wright.

Como se puede ver, esta revelación paulatina de la tecnología es usada como una técnica narrativa por H. G. Wells. El lector va “descubriendo” poco a poco la capacidad tecnológica marciana y su terror crece con cada nueva etapa. De esta forma los marcianos son más creibles, más verosímiles, porque su uso de la tecnología militar es semejante al humano; cada vez se usan armas más poderosas y sofisticadas conforme la situación lo requiere.


Asimismo, la superioridad tecnológica y científica de los marcianos le sirve a Wells para lograr un impacto y una ironía al final de su novela. Estos seres tan capaces, tan desarrollados tecnológicamente, sucumben ante la vida más pequeña de la Tierra: las bacterias.

Aquí se esconde la lección moral de Wells: no hay que aceptar la soberbia científica y tecnológica; la naturaleza aún tiene sorpresas para la humanidad. La contrapartida que Wells propone en obras posteriores es que los avances científicos y técnicos deben estar acompañados de un desarrollo filosófico, moral y social de toda la humanidad. Sólo así se pueden contener los riesgos del mal uso de la ciencia y sus aplicaciones.


Wells también ejerce la crítica social. A lo largo de la novela muestra aspectos positivos y negativos de la sociedad humana frente al estímulo externo. El resultado no es halagador; a pesar del coraje y la valentía de algunos son mayores las muestras de cobardía, egoísmo y desorganización.

En el final de la novela, cuando los marcianos ya han desaparecido, la sociedad humana vuelve a recuperarse. Pero la obra termina en una nota ambigua, ya que los humanos no prestan la atención suficiente a una probable segunda invasión marciana, aunque si hay mejoría en las actitudes y en el avance de la ciencia. Wells sugiere que no se sabe a cual de las dos civilizaciones, marciana o humana, pertenece el futuro dentro del sistema solar. Su intención es que cada lector tome conciencia y piense por si mismo, que encuentre su respuesta y actúe de acuerdo a ella. Esa es, quizá, la aportación más valiosa de la novela.

La Guerra de los Mundos es uno de los modelos de la Ciencia Ficción literaria, un género que presenta y analiza el Cambio, que enfrenta al lector ante el hecho de que no hay nada permanente sobre esta Tierra. Eso es lo valioso de Wells y de su novela. Por eso sigue viva en la imaginación popular a lo largo de más de un siglo de existencia.


Guerra de los Mundos, La / War of the Worlds, de H. G. Wells - LITERATURA.

Guerra de los Mundos, La / War of the Worlds, de Steven Spielberg - CINE.

Guerra de los Mundos, La / War of the Worlds, versión radiofónica de Orson Welles (1938) - RADIO.

Guerra de los Mundos, La / War of the Worlds, de Jeff Wayne. Versión Original (1978) y Nueva Generación (1978) - MÚSICA.