07 marzo 2015

William Gibson: “El tiempo se mueve en una dirección, la memoria en otra”

“El tiempo se mueve en una dirección, la memoria en otra”. - WILLIAM GIBSON.

Francisco Peña.

Hace años, dentro del XV Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México, se contó con la presencia del escritor William Gibson, creador de la corriente Cyberpunk de la Ciencia Ficción. Gibson presentó una conferencia magisterial en el Colegio Nacional, dentro del ciclo de conferencias “Apocalipsis y Utopía de la Ciudad de México”.


Enmedio de un auditorio lleno, donde probablemente la mitad de los jóvenes asistentes no tenían la menor ni más remota idea de quien era Gibson, y la otra mitad de los muchachos eran conocedores profundos del autor de Neuromante / Neuromancer e Idoru, el norteamericano planteó varias de sus actuales preocupaciones temáticas y habló de su sorpresa ante la magnitud y belleza de esta ciudad.




Abrió su conferencia aclarando que no hablaría del Apocalipsis sino de lo apocalíptico, y se refirió a esta ciudad. “Hoy estamos aquí, en este vasto, antiguo y extrañamente contemporáneo asentamiento humano: la Ciudad de México. Un lugar cuya historia es verdaderamente sorprendente. Esta es mi primera visita al Distrito Federal, a un lugar del que he tenido curiosidad desde hace tiempo. Si sabemos algo de la historia de este lugar, de cualquier lugar, eso nos distingue de cualquier otra especie en este planeta. El tiempo se mueve en una dirección, la memoria en otra. Y nosotros somos esa especie extraña que construye artefactos que intentan oponerse al flujo natural del olvido”.


Sobre esta premisa filosófica y tecnológica entre memoria y olvido, Gibson partió para construir sus aseveraciones. “Algunas veces pienso que nada es verdaderamente nuevo, que los primeros pixeles eran partículas de barro ocre, diseñados y dibujados en la justa resolución requerida, diseñados y todavía funcionando perfectamente después de todos estos milenios. ¿Y que pantalla hoy, en el mundo, decimos que lo hace en una década? Y, sin embargo, ese mecanismo está allí para nosotros, en cualquier pantalla que tengamos, transmitiendo la primera obscuridad sobre un impulso que cada uno de nosotros sentimos, como niños dibujando. Siempre hemos estado creando esta cosa, este vasto mecanismo que lleva en si mismo la memoria y la pone en la especie. Esta memoria prostética, global, comunitaria que construye edificios desde antes de que aprendieramos a construir”.

En base al mecanismo de la memoria, que ahora se encuentra instalada también en la tecnología, es que vivimos tiempo extraños, ya que ahora, dijo Gibson, podemos oir a Elvis cantando por el radio y nos damos cuenta “de la peculiaridad de la situación: que un hombre muerto cante”. “En el contexto de la vida más larga de la especie, es algo que sólo cambia el momento de irse, es algo nuevo, y al veces siento que sí, todo ha cambiado. Este perpetuo jaloneo entre que no hay nada nuevo bajo el sol y que todo ha cambiado recientemente es, quizás, la tensión central de mi trabajo”.


Este cambio de la memoria, con base tecnológica, ha provocado que el producto informativo de los medios tenga una vida promedio cada vez más corta y que tenga una lógica propia. Cada vez más la gente habla del futuro en períodos más cortos de tiempo: ya no son años sino meses los que se contemplan para hacer proyectos.

Además, afirmó el autor, el cambio tecnológico tiene ya una vida propia que no depende del control del ser humano, y lo asemejó a un “hoyo negro” de lo que nada escapa. Pero, al igual que un objeto que cae en un hoyo negro, las sociedades son afectadas en forma diferente por las tensiones provocadas por el cambio tecnológico acelerado. Unas parte del cuerpo social avanzan en forma paralela al desarrollo de la ciencia y la tecnología mientras que otras se quedan rezagadas. En ese sentido, el cuerpo social puede fragmentarse en pedazos por una disfunción creada por el cambio tecnológico.


Finalmente, puede llegar un cambio tan drástico en la tecnología que las máquinas planeen su propio desarrollo y el de los humanos, y se dé un salto cualitativo a otra forma de vida. Pero que nuestra inteligencia actual es incapaz de ver, porque queda más allá del horizonte que podemos preveer de acuerdo a la experiencia de la especie.

Por eso, entre otras razones expuestas por William Gibson, es que se siente atraido por los objetos humanos que se venden en los mercados de baratijas y antigüedades, y que están fuera de su contexto original. Esos objetos varios le llaman la atención y, al igual que la Inteligencia Artificial que hace cajas artísticas en Conde Cero / Count Zero, la unión de estos elementos de obras humanas en varias capas históricas, nos hace ver que el futuro y la tecnología serán parches y construcciones de un nivel sobre otro… hasta que llegue ese cambio total que no podemos anticipar como será.


Mientras tanto, ciudades tan grandes como México son un muestrario de la acumulación de viejas tecnologías, que cada vez se desechan más rápidamente. Tecnologías que conviven y se mezclan en el mismo espacio geográfico. Pero Gibson tiene rasgos optimistas: ahora ese bazar de objetos humanos y tecnologías distintas es global, y abarca inclusive a ciudades tan grandes como México.