18 junio 2015

Amor / Amour, de Michael Haneke. Por Patricia Farías.

Patricia Farías.



Algo hace que me proteja de algunas películas de Michael Haneke. Y admito, no he visto muchas, pero las que he visto sé que mueven muchas cosas. La que más recuerdo es “La Pianista”. Hoy me arriesgué con “Amour”, mejor película extranjera en los Oscars 2012 … película que demoré en ver hasta hoy porque de algún modo supe que me iba a golpear muy profundamente.



Amor, con mayúsculas. Como Actores, con mayúsculas. Por favor, Jean-Louis Trintignant, tiene que volver a aparecer en cine más frecuentemente, para que los más jóvenes sepan el tremendo ACTOR que es, más allá de títulos como “Un hombre y una mujer” o “El Conformista” (alguien más que lo convenza de aparecer más en cine además del teatro)… Emmanuelle Riva, que admito no haber reparado en su nombre hasta ahora: enorme actriz también… Isabelle Huppert, que ya me sacudió en “La pianista” de Haneke, y en tantas otras, ella sí ...


Volviendo a “Amour” concretamente. ¿Qué deseamos al final de nuestra vida? Dignidad, sobre todo, si me guío por lo que supe ver y saber de mis seres queridos. Y además, alguien que nos ame tanto como para preservar esa dignidad aunque otros no lo entiendan, o les parezca que con cuidados especializados se preserva. Alguien que sepa qué queremos o querríamos para nosotros mismos. Eso es lo que Michael Haneke nos muestra en “Amour”.

Qué pasa cuando uno de los dos se enferma, y solamente puede ir empeorando. Qué pasa cuando el otro, que ya no es joven y los años le pesan de verdad… (vale ver cómo camina Georges, no es un hombre joven ni mucho menos), tiene que enfrentar esa situación, y además el dolor de ver cómo pierde a su compañero en vida, cómo se hace frente al día a día, a los cuidados, al declive. La frase “tu preocupación no me sirve de nada” que dice Georges a su hija puede sonar dura... pero es real: la preocupación no ayuda, el que está todos los días lidiando con una situación no gana nada con la preocupación (bienintencionada y amorosa) de otros.


La descripción casi analítica de cómo pasa el día su esposa es aparentemente tranquila y hasta fría, si uno no supiera el dolor que hay detrás de haber perdido en vida a su compañera. Georges asume su situación y el atender a su esposa sin dramatismos, como algo “debido” pero si leemos más profundamente, vemos que no es nada de eso: la ausencia de dramatismo o victimización es fruto de que en su forma de ver las cosas, cuando se ama a otro… estas cosas, por tremendas o difíciles que sean, son parte de la relación. La única vez en que “violenta” es cuando Anne se niega a tomar agua… si no bebe, morirá seguramente. Georges la abofetea… pero mirando bien, ¿no es tal vez un mensaje de Anne? ¿Qué hacer con ese mensaje? Escucharlo, por duro que sea, es una opción.

“Amour” nos enfrenta sin anestesia a muchas preguntas que tal vez nos hayamos hecho anteriormente. ¿Cómo queremos terminar nuestra vida? ¿Hasta qué punto somos capaces de respetar cuando los conocemos, los deseos de nuestros seres queridos? ¿Qué tanto amamos al otro como para asumir sin dramatismos que ahora hay que cuidarlo, atenderlo, ayudarlo como a un bebé a veces?


Georges pierde a su compañera, primero no intelectualmente sino en cuanto a autonomía. Después, la pierde en cuanto a quien ella es. Solo escucha “dolor, dolor”… y sabe que Anne no quiere hospitales, ni internaciones, ni ese tipo de cosas que prolongan la vida sin dignidad.

Michael Haneke nos puede hacer llorar en este filme, si nos toca de cerca; si aún no, nos puede dejar algo en qué pensar y qué recordar más adelante. A título muy personal, agradecí no haber tenido que decidir nada, aún sabiendo, como su Georges, cuál era la voluntad de mi ser más querido hace unos años. Pero la realidad es que nos enfrenta a nosotros mismos y a qué haríamos en esa situación. Hasta dónde puede llegar el egoísmo de tener al otro sea como sea, y hasta dónde llega el respeto por la voluntad del otro.


Espero que en algún momento, otro tenga la fortaleza de cumplir con mi voluntad, y que yo tenga la misma entereza de recordar más allá del egoísmo, de dejar ir al otro.

Dicho todo esto… es uno de los filmes más hermosos que he visto últimamente. Hermosos, así de simple. No un filme fácil de ver, no es de pasar el rato, por supuesto que no. Nos deja en carne viva, pero es hermoso. Sí… parece extraño, después de hablar de qué trata, y apenas superficialmente de cómo el director nos golpea en lo más íntimo y remueve cosas tan personales. Más aún, nos puede hacer llorar. Y sin embargo es hermoso. Porque el deseo, o la esperanza, o la vivencia de un Amor como el de Georges y Anne, es lo que muchas veces queremos. Y Michael Haneke nos dice que puede ser, no de una forma edulcorada y de cuento de hadas, sino con una historia crudamente posible, dolorosa… pero que irónicamente hace que el que la ve quiera tener un amor como éste. Con todas sus connotaciones y consecuencias. Con todo el Amor.



Montevideo, 23/03/13