27 agosto 2015

Eclipse, de David Slade - Saga Crepúsculo

Francisco Peña.



Eclipse –y la saga Crepúsculo- es un fenómeno social y no cinematográfico, aunque sea por el cine donde se expresa más abiertamente, y en segundo lugar en la venta de libros. Esta tercera entrega posee ahora el record de 30 millones de dólares recabados en Estados Unidos en una sola exhibición en “estreno anticipado” de medianoche. La cinta que tenía la marca anterior de 26 millones era Luna Nueva, de la misma saga.


El cine, por sí solo, no explica estas cifras de dinero ni el arrastre popular de la saga de la enfebrecida autora Stephenie Meyer. Tampoco lo explica la sola presencia de Robert Pattinson o de Kristen Stewart .

¿Qué es lo que hace que una serie de novelas –llevadas después a la pantalla- prendan comercialmente de esta forma? En primera instancia, rascando un poco, se encuentra un ejercicio literario y fílmico que se centra en el onanismo y deseos sexuales de la autora. En segunda instancia, ese onanismo y esos deseos activan en pantalla los clichés sentimentales y las emociones más ferales y primitivas de la audiencia –primero en la femenina, luego en la masculina y gay-.

Es decir, Eclipse es la tercera entrega fílmica de una saga que explota deseos, miedos y fobias inconscientes de las y los espectadores. Para hacerlo, este producto comercial está diseñado para MANIPULAR mediante un ir y venir entre la proyección emocional de l@s espectador@s y la introyección de las “formas” que esos “sentimientos” toman cuerpo en pantalla.


Sólo así se explica que una cinta mediocre, con momentos francamente malos y que exuda cursilería barata en cada uno de sus 123 soporíferos minutos, sea seguida por multitudes ansiosas.

El público al que se dirige Eclipse es, al igual que sus hermanitas fílmicas anteriores y posteriores, las adolescentes estadounidenses de High School que se gradúan para ir a la Universidad (en México, secundaria y preparatoria). Y lo que propone la película es un catálogo de sus sentimientos revueltos por la edad, la confusión, las hormonas, la indecisión de qué hacer con la propia vida y, por lo tanto, un deseo de autoafirmarse; es decir, sus primeras “decisiones”. Pero la cinta no profundiza en los problemas ni da soluciones. Expone y explota maliciosamente el hecho de que las y los jóvenes adolescentes se encuentran en etapa de formación, lo que en inglés llaman “shaping youth”, o la “edad de la punzada” en Latinoamérica.


Claro, nada de malo tiene enamorarse a esa edad, ni pasar por todas las iniciaciones sociales de la adolescencia desde la rebeldía ante los padres hasta creer que el amor dura toda la vida. Es parte del período de formación de cada uno de nosotros como seres humanos, una etapa de la vida. El problema es que libros y películas alimenten esa etapa y formación con lugares comunes y sueños bobos disfrazados de autonomía y “decisiones personales”. No hay una introducción a los problemas reales ni mucho menos una solución. Tampoco hay, al menos, una formulación de los sueños y deseos sexuales de forma honesta, imaginativa, creativa o de calidad.

Si, se vale soñar… pero con cosas mejores que Crepúsculo.


Eclipse funciona ante espectador@s en formación porque encuentran el reforzamiento de sus sueños adolescentes El problema es que sólo les ofrece ese catálogo sentimental donde “creen” que se reconocen. Pero son sólo lugares comunes, emociones superficiales.

Recoge un romanticismo de cartón desgastado sin la fuerza de sus fuentes. Del concepto de amor occidental nacido en la Edad Media en Provenza, Francia, intenta tomar el idealismo del caballero que da todo, hasta la vida, por su dama, pero los retos y celos que enfrentan Edward y Jacob por Bella son más frases manidas que realidad. En medio de la confusión emocional, las adolescentes juegan con el sueño del triángulo, de la competencia caballeresca por su amor que se resuelve, claro, en una alianza de ambos competidores cuando “ella está realmente en peligro”. Los personajes masculinos lo dan todo por su amada, no son egoístas, se sacrifican todo el tiempo y jamás reclaman ante sus niñerías (revestidas con el barniz de diálogos “profundos”). Así se entretejen imágenes y diálogos como: 


- Está dispuesto a recibir un balazo por ti (así define la madre de Bella a Edward).

- Imprimirse en alguien… lo demás no importa. Serías cualquier cosa por ella (dice Jacob a Bella). - Voy a pelear por ti hasta que tu corazón pare de latir (el amor es eterno, de nuevo Jacob).

- Pero no habrá nada que quiera más que Edward (dice Bella, con la clásica terquedad adolescente de que el primer encontronazo sentimental que se tiene es el definitivo “para toda la vida”).


- Papá, no hay nada que puedas decir. Edward es parte de mi vida (Bella manda por un tubo a la débil e ineficaz autoridad paterna-adulta sin ser una verdadera rebelión; es sólo mandarlo al demonio SIN CONSECUENCIAS: otra fantasía adolescente donde no hay castigos económicos por parte de los adultos).

- Sólo puedo protegerte si estoy contigo (Edward –claro- a Bella, ni modo que a Jacob, aunque uno nunca sabe…).

- Luego de resumir la “profunda” discusión sobre el matrimonio entre padre e hija en 7 líneas en la cocina, Isabella, o Bella para los cuates, le dice a su padre (Charlie, no Charles): “Papá, soy una virgen”. O sea Bella en el fondo es una conservadora, al igual que Edward que es todavía más conservador que ella.

- Soy la persona perfecta para ti (Jacob a Bella).

Otro diálogo expone a la perfección el sueño adolescente:
Edward: Lo amas (Bella a Jacob)
Bella: Te amo más
Edward: Lo sé.

Cero reclamos y escenas adultas: el sueño es el Nirvana adolescente de cero problemas, déjenme hacer lo que se me dé la gana.

Estos diálogos muestran la “calidad y profundidad” de las ideas y argumentos de Stephenie Meyer. Es decir, el razonamiento brilla por su ausencia; lo que rige es el sentimentalismo y la emocionalidad desbocada… mientras no viole la frontera de los sagrados preceptos ultraconservadores: sexo y matrimonio. Dentro de este marco se pueden tener errores, cambiar de opinión, “decidir”, fantasear (pero la película dice “cómo” y no se admiten otras alternativas a las que expone Bella).


Finalmente uno de los mayores “homenajes” que recibe Bella es la autoaniquilación total y voluntaria de Edward con la frase: “Puede que sea tarde para mi alma, pero quiero proteger la tuya”. Lástima porque de dientes para afuera Bella insiste en ser un personaje activo pero es terriblemente pasiva en la película. Todos (vampiros Cullen y hombres-lobo) se desviven por protegerla y ella no tiene más que una sola acción personal en toda la cinta…

Otro sueño mojado de adolescente es el triángulo sexual –sin sexo- donde Bella es la mimada mientras goza ser “la manzana de la discordia”. En la punta de las montañas en una tormenta de nieve Bella tirita de frío y, claro, Edward, vampiro helado (en más de un sentido de impotencia) no puede calentarla. Así que él se sacrifica y permite que Jacob (obvio, el moreno es de sangre más caliente) se acueste para darle calor. Ella duerme (¿duerme o escucha el diálogo? No importa, las espectadoras SI OYEN/VEN el diálogo y les queda “impreso”) y mientras tanto, ambos rivales dicen que si no fuera por ella hasta se caerían bien y serían amigos. Entonces, ¿cuál es el problema de tener dos amantes si se llevan bien? La poliandría estaría bien si en el fondo no fuéramos todos tan conservadores… pero todo eso se soluciona con el matrimonio por toda la eternidad… y Bella resiste la tentación… uno de sus dos pretendientes va a perder y… racialmente… ya sabemos quién perderá el duelo por su virginidad.


Esto da pie a que en Eclipse se repita con insistencia el binomio casamiento/sexo. Ni Bella ni Edward, aunque se tienen “muchas ganas”, tienen relaciones por la cuestión de la sangre. Sólo el matrimonio previo y la transformación de Bella en vampiro las permitiría. La metáfora de la sangre es obvia –pero no para un público adolescente que cree verse “reflejad@” en pantalla-. Eclipse y la saga son profundamente ultraconservadoras por lo que este impedimento va en contra de la promiscuidad, la libertad sexual de la persona humana. Sexo fuera del matrimonio no sólo altera la esencia de las personas –Bella- sino que las expone –a violaciones, VIH/sida, enfermedades, desesperación- y ohhhhhh… mata al amor que es eterno (ojo, de entrada nada es para siempre, chic@s).


Esta cadena de situaciones y diálogos de cartón, de lugares comunes del más bajo y rascuache de los romanticismos son propuestos a los adolescentes en formación como “VERDADES IMPRESAS”. Esa es la propuesta para su educación sentimental personal, para cuando enfrenten situaciones semejantes en su vida respondan con los mismos patrones, deseos y… diálogos desgastados.

Pero, por el lado, de Stephenie Meyer surge la pregunta de si tantas situaciones emocionales repetidas a lo largo de libros y películas no dice más de ella que de sus personajes. De ser así, Sigmund Freud se hubiera dado un banquetazo psicoanalítico, o bien algún psicoanalista angelino o neoyorkino debe estar cobrando una cantidad impresionante de dólares por analizar los sueños mojados -¿frustrados o hechos realidad?- de la Meyer.

Si alguien a favor de la saga Crepúsculo llegó a este punto, me puede reclamar a gritos que qué propongo como alternativa. Fácil: POSESIÓN, de Antonia Susan Byatt en novela y la película con Gwyneth Paltrow. Véanla y luego hablamos.

Intermedio para varones
En la función a la que asistí, la mayoría del público estaba formado por grupos de mujeres adolescentes o alrededor de los 20-23 años, grupos de amigas que comentaban la cinta. Pero también estaban algunas parejas de novios… Para la asistencia masculina no había desnudos sino lecciones de autoborramiento de la personalidad y… escenas violentas. La confrontación anterior vampiros contra hombres-lobo se resuelve con un sueño “femenino” –que no feminista-: la alianza para proteger a Bella de otra banda de vampiros recién nacidos. Pero la batalla final son sólo lugares comunes visuales. Los vampiros ejecutan una gimnasia visual que es bastarda de Matrix; la violencia animada de los lobos es bastarda de lo mejor de la saga de Narnia. La batalla con los vampiros recién nacidos es bastarda de Matrix y Narnia. Y eso es todo amigos machistas: tienen que conformarse con eso y aprender a ser “románticos” de lugar común según Crepúsculo.


Intermedio para admirador@s del cuerpo masculino, de todas las edades
La estética visual que propone Eclipse, que se quiere novedosa y que “marca tendencia” fílmica, no es más que un refrito, un recalentado artificial de propuestas que se han visto anteriormente en revistas de élite, desde anuncios de Dolce & Gabanna hasta Vanity Fair. Es el predominio de un androginismo vacío porque recoge la forma pero no su contenido.

Por ejemplo, en un evidente giro de explotación visual/sexual, toda la tribu de hombres lobo -en especial Jacob- muestra su torso desnudo; pero no lo hacen los viejos de la tribu ni las mujeres, sólo lo muestran los hombres jóvenes. Bella no enseña ni el huesito del tobillo, pero se “imprime” en pantalla un catálogo de torsos desnudos que discretamente tampoco evade códigos visuales que explotan también la estética gay.



Eros y Thanatos
Al sumar todos estos elementos brota el tema que atrae al público para seguir esta saga: la exposición –chafa- de la dialéctica Vida/Muerte, Eros/Thanatos, que empapa todo Eclipse.

Fusilándose impunemente las imágenes más manoseadas del Prerrafaelismo pictórico inglés y su incipiente romanticismo, la fotografía (excelente y mejores paisajes de locación) se la vive entre azules y grises, con pieles blancas mortecinas dignas de sudario (exceptuando los torsos desnudos de los morenos hombres-lobo y los pupilentes rojos de los vampiros). Quien esté o haya pasado por la adolescencia sabe perfectamente que el eros/sexo que nace a la vida está mezclado con impulsos de muerte/autodestrucción/suicidio, todo parte del proceso de formación de la propia personalidad.

De ahí la atracción por el vampiro y no por el hombre-lobo. El vampiro –aún estos chupasangre prerrafaelistas y postmodernos, a su manera inmortales “vegetarianos” new age- es símbolo de un erotismo que en el orgasmo lleva a la “muerte chiquita”, a la anulación momentánea del yo en el placer que prefigura la anulación definitiva del yo en la muerte. Lo demás son masturbaciones mentales de algún filmópata consumidor exclusivo de cinebasura o especulaciones estériles.


En el binomio Vida/Muerte, Eros/Thanatos es donde la mayoría del público adolescente –o adulto que aún es adolescente funcional- se proyecta, se “siente” identificad@ con la saga Crepúsculo, y de allí su popularidad y su explotación salvaje en librerías y taquillas de cine. Una personalidad en proceso de cohesión, tironeada por múltiples estímulos nuevos, “siente” que Eclipse expone situaciones de re-conocimiento propio. El problema, insisto, es que los patrones emocionales de la película que dan forma a esos sentimientos son de cartón.

El público no entiende que le dan gato por liebre, que sus emociones y sentimientos legítimos, personales, en proceso de formación, “quedan impresos”, troquelados, moldeados por las propuestas “vacías” de Crepúsculo que, en el fondo contienen axiomas ultraconservadores que se exponen como incuestionables. La trampa de Crepúsculo y Eclipse es que propone a su audiencia una forma de vida, de amar, de sentir, que es profundamente estéril ante la realidad de la vida.


SPOILER
Claro, al final de la cinta, que abre y cierra en el mismo campo de flores, Bella arroja un dulcecito “feminista” al público, una dizque actitud independiente y reivindicadora de sí misma. No sólo quiere ser vampiro porque ama a Edward… también quiere serlo por qué…

- No soy normal. No quiero serlo.
- Escogí entre quien debería ser y quien soy.
- Es a dónde pertenezco [la comunidad de vampiros].


Las feministas, de cualquier matiz ideológico, pueden detectar la profunda contradicción de la escena final con todas las escenas y diálogos anteriores. Eclipse forma parte de un manual de emociones y sentimientos “femeninos”, en apariencia liberales (decidir por sí misma), que dan como resultado matrimonio, sexo sólo dentro del matrimonio y donde la mujer es protegida -inactivada, reducida a total pasividad- en todo momento.

Si las cosas son así, hubiera sido mejor que Bella y Edward terminaran su carrera literario-fílmica en un encontronazo con BLADE, que se hubiera desecho de ellos en segundos... por vampiros, blandengues y melcochosos.