13 noviembre 2015

Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor, de Julián Hernández

Francisco Peña.


Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor es el largo y pretencioso título "poético" de la opera prima o primer largometraje del mexicano Julián Hernández. A Hernández le gustan los títulos kilométricos, pero su cinta se pudo condensar fácilmente con el nombre: ¿Me llamas?

Está también es la distancia entre las intenciones y los resultados.

Claro, cuando se ve una opera prima se esperan altibajos, momentos brillantes o muy malos. Pero el film de Hernández se ciñe a la mediocre frase: "pinche, pero parejo".



Para entender el problema de esta película de temática abiertamente homosexual y evitar la acusación de homofobia, aclaro de entrada que las grandes cintas sobre la homosexualidad -masculina y femenina-, especialmente realizadas por directores o directoras cuya elección sexual es precisamente esta, obtienen un balance estético entre forma y contenido del cual emerge una gran cinta.

Es decir, hacen buen cine y sobre su capacidad artística montan el tema que desean exponer: la homosexualidad. Pueden enfocarla trágica o cómicamente, hacen melodrama o se internan en la farsa. Pero el resultado es de primera línea fílmica.

Por lo tanto, el tema de la homosexualidad por sí mismo no puede salvar a un realizador ni a una mala película. Es precisamente el caso de Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor. El hablar del tema no convierte al film en algo bueno por sí mismo. Para ello hay que ver narrativamente CÓMO lo expone y desarrolla; cinematográficamente CÓMO lo plasma en pantalla.



Para colmo, aunque preocupado por el tema de la homosexualidad, Hernández se queda en la epidermis de las situaciones y no profundiza en sus personajes, que resultan rostros huecos de cartón.

Basta revisar rápido una breve lista de excelentes cintas que tocan la homosexualidad y hacen "statements" - afirmaciones a su favor, vehiculadas con un excelente manejo del medio cinematográfico:

Muerte en Venecia, de Luchino Visconti
Ludwig, de Luchino Visconti
Filadelfia, de Jonathan Demme
When the night is falling, de Patricia Rozema
Las noches salvajes, de Cyril Collard

En estas cintas se expone el tema de la homosexualidad con luces y sombras, alegrías y penas. La elección sexual forma parte de la condición humana, aunque estas cintas resaltan el importante papel que juega en la vida de las personas homosexuales. Los directores de primera línea investigan, profundizan, proponen y, sobre todo, no evaden los conflictos internos y sociales que se derivan de la elección libre y consensuada de una elección de preferencia sexual.

Nada, pero lo que se dice nada de esto aparece en la cinta de Julián Hernández. No se puede eximir al director por el hecho de que sea su primer largometraje (y menos para exhibirse en una Muestra). Lo que tenemos es un aglomerado de situaciones superficiales de ligue, de tiempos muertos y desesperaciones superfluas.

La actividad sexual y amorosa de Gerardo en la película se queda circunscrita a la mecánica de los encuentros fortuitos en la eterna búsqueda del amor. Pero el realizador es incapaz de darle densidad a su personaje principal.


Sus ires y venires por billares, cafeterías, terrenos baldíos y vías férreas no muestran a un joven en busca del amor, del amante de quien enamorarse, sino a un personaje de cartón, con un actor pesimamente dirigido (los demás igual, para que abundar) cuya expresión es siempre la misma -como piedra- cuando está con su amor, es abandonado, espera la llamada de teléfono, busca un encuentro fortuito, es golpeado y humillado, etc. Siempre la misma expresión facial y corporal.
Esta mediocridad se extiende a la puesta en escena. Para empezar usa un blanco y negro deslavado, que ni tiene contrastes ni maneja bien la gama de grises (como dije, la estética del "pinche, pero parejo"). El manejo insistente del gran acercamiento a la cara sólo remarca la mala actuación y dirección de los actores, incapaces de darle profundidad y humanidad a su homosexualismo.



Esto se extiende al manejo de las imágenes en el encuadre. En pocas películas se ha visto la Ciudad de México y la zona metropolitana tan fea. Si, así es, pero lo que se nota en la cinta de Hernández es un descuido grave de la visualización de ambientes.

Luego, los encuentros sexuales ni siquiera respetan las reglas del "soft core", de la porno blanda. La supuesta contención en los encuentros de Gerardo, aun los más supuestamente amorosos (como las imágenes finales) son mediocres y ni denotan ni connotan ni sugieren el amor de la pareja o la menor cachondería como expresión del deseo.


Que diferencia entonces con visualizaciones más fuertes o crudas, que manifiestan matices de la relación homosexual en sus diferentes gamas, como las que aparecen por ejemplo en la cinta Happy Together, del realizador Wong Kar-Wai.

También la ausencia de diálogos implica más la incapacidad de escribirlos que la posibilidad de tener personajes que se expresen. Del mismo modo, la presencia de imágenes de películas mexicanas viejas (Hernández se ha de haber sentado un buen rato a ver el Canal 9 o el Canal 4) no remite a nada. El uso obsesivo de Gerardo de la canción Nena (Sarita Montiel, El Ultimo Cuplé) como leit motiv para recordar a su amor perdido no comunica la soledad, la espera y el abandono que se supone sufre el personaje.


Es sólo un recurso retórico hueco como otros más que abundan en la cinta.

Esto puede extenderse a las relaciones de Gerardo. Aun el homosexual más maduro y también abandonado -el más interesante personaje de la cinta-, que le ofrece apoyo a Gerardo de diversas maneras, es desperdiciado gracias a los diálogos ramplones de lugar común.

El colmo es el uso de la música operística en la escena de ligue donde Gerardo termina golpeado. Ese ligue paulatino con la ópera de fondo es un homenaje indigesto, innecesario y fallido a la obra del italiano Visconti.

A lo anterior hay que mencionar que Hernández rellena su cinta con otras escenas igual de gratuitas (las conversaciones con las dos mujeres, por ejemplo) para cumplir con los ¡ 80 ! (si, dura ochenta) minutos de rigor del largometraje. Las escenas se extienden y se alargan sin llegar a definir personajes y situaciones cayendo en la repetición hierática de la cara inexpresiva de Gerardo.

Y no es que el cine mexicano no sepa hacer películas con la homosexualidad como tema central. Allí está la excelente eXXXorcismos, de Jaime Humberto Hermosillo, donde el buen manejo del cine transmite la problemática del amor homosexual que se debate entre la soledad, el sueño y que desemboca en el suicidio trágico.

Esta cinta de título rimbombante podría reducirse a la frase ¿Me llamas?, que parece condensar la máxima preocupación de los personajes en su aprendizaje emocional y sexual, sin luces ni sombras, sino de un gris "parejo".

De la misma manera, la frase final "Si supieras que camino tan largo he tenido que recorrer para estar junto a ti" podría derivar en una propia del espectador: "Si supieras que camino tan corto tuve que recorrer para salirme del cine".


MIL NUBES DE PAZ CERCAN EL CIELO, AMOR, JAMAS ACABARAS DE SER AMOR. Dirección: Julián Hernández. Año: 2002. Guión: Julián Hernández. Fotografía en blanco y negro: Diego Arizmendi. Edición: Jacobo Hernández y Emiliano Arenales. Intérpretes: Juan Carlos Ortuño (Gerardo), Juan Carlos Torres (Bruno), Perla de la Rosa (Anna), Rosa María Gómez (Mary), Mario Olivier (Humberto). Duración: 80 minutos. Distribución: Cooperativa Morelos / IMCINE.