27 diciembre 2015

Ley de la Calle, La / Rumble Fish, Francis Coppola - a muchos años de su estreno

En 1983 se estrenó Rumble Fish, la cinta de culto por excelencia de Francis Coppola. Marcó a una generación con su lucha por hallar un lugar alternativo en la vida, en un paquete fílmico inolvidable.

Francisco Peña.

Para Javier Rivera Muedra.



El mundo es en blanco y negro, con el sonido bajo. Así percibe lo el chico de la motocicleta, “Motorcycle Boy” para los cuates. Así lo perciben también quienes adoran La Ley de la Calle (Coppola, 1983), película sin medias tintas: la veneras o la odias.


Luego de muchos años está tan viva y fuerte como los peces peleadores tailandeses que aparecen en pantalla, únicos con color (azul y rojo) en un universo de grises. Este pez, que no tolera en la misma pecera a otro de su misma especie y género (aunque sea su imagen en un espejo) sin que uno de ellos muera, es aquí metáfora del individuo que no soporta el medio gris que lo rodea y busca sentirse en libertad. “Mira a los peces. Pertenecen al río. Creo que no se pelearían… si tuvieran espacio para vivir. Alguien debería devolverlos al río”, dice el chico de la moto mientras sonríe.


Coppola y sus colaboradores crearon un clásico del cine de los 80 cuya visión definió a muchos espectadores. La historia, basada en la obra homónima de la escritora Susan Eloise Hinton (1950) y coautora del guión, narra el encuentro de dos hermanos en un medio urbano donde las pandillas juveniles reinan. Rusty James (Matt Dillon), el menor, insatisfecho con su vida, idolatra al mayor: el famoso “chico de la moto” (Mickey Rourke). El reencuentro de ambos produce –y resuelve- varios cuestionamientos existenciales frente al espectador.


El fondo filosófico está empaquetado en una cinta barroca donde destaca la cinefotografía de Stephen Burum, esencial para la bella y opresiva atmósfera del filme. A ésta se suman dos elementos de culto: la actuación de Mickey Rourke y la música del ex Police Stewart Copeland. Después de La Ley de la Calle, Rourke fue icono de los 80 con 9 semanas y media (viendo el famoso streap tease de Kim Basinger), Corazón diabólico y Mariposa de bar. Después de una “década bache” resurgió con Sin City. Rumble Fish fue la primera banda sonora para cine de Copeland (mientras también se recuerda El Ecualizador para televisión). Con el sello de la casa vía tambores se electrizan varias escenas: la cinta no sería tan impactante y memorable sin esta música ochentera por excelencia.

Dos fotogramas icónicos, de culto, de La Ley de la Calle / Rumblefish (1983).

Gracias al mismo Coppola, la generación cinéfila Rumble Fish se hermana en actitudes y percepción de la existencia con la generación anterior, hija de Apocalipsis ahora (1979). Para ambas, el mundo es un circo al que “no se le ve ningún método” y que ofrece premios que ya no tienen significado (ser nombrado mayor) porque “ya no se pertenece al pinche ejército”. Fuera de las reglas del juego social lo que queda es hallar el propio rumbo.

Coppola y la actriz Diane Lane.

Así que para la generación de Rumble Fish es su mito personal, sello y marca. Aunque hoy vive inmersa en el mundo actual sabía desde los 80 que tenía que construir espacios alternativos de vida para desarrollarse; el juego de afuera, como el enfrentamiento de las pandillas callejeras en pantalla por el poder es sólo un espejismo finalmente. Para sus miembros ciudad, barrio, sociedad, altibajos en bolsa de valores, dólares, pesos y casi todo lo que los rodea sólo son semejantes a otro espejismo como afirma el Motorcycle Boy de un lugar específico, símbolo del conjunto: “California es como una chica bella, salvaje… que se mete heroína… que está tan “arriba” como un papalote creyendo que está en la cima del mundo, sin saber que se está muriendo aunque tú le muestres las marcas”.



Gracias a esta cinta, un seguidor de Rumble Fish conoce lo que lo rodea y también se conoce a sí mismo. “Nació en la era equivocada, en el lado equivocado del río… con la habilidad de ser capaz de hacer cualquier cosa que quiera y… encontrar que no hay nada que quiera hacer. Nada”. Al igual que el mítico Motorcycle Boy, no está loco, sólo es diferente, vive diferente. Como los peces siameses es una persona que aporta color a un mundo gris. Su trabajo le costó: pelear para llegar al río, ser libre, encontrar lo que finalmente quiere ser. Por eso aún rifa la Ley de la Calle, por eso hoy se le rinde culto.