27 enero 2016

Lulú en el puente / Lulu on the Bridge, de Paul Auster

Francisco Peña.


Lulú en el puente, del escritor y cineasta Paul Auster, es un juego muy interesante de imaginación. Como la serpiente que se muerde la cola, como el mito del eterno retorno, la historia abre y cierra en el mismo punto espacio - temporal.

Pero lo que ocurre entre estos dos momentos o el mismo con diferencias tiene tela de donde cortar.



La estructura de Lulú en el puente se asemeja en su mecanismo narrativo al cuento El milagro secreto, del escritor argentino Jorge Luis Borges, publicado dentro del libro Ficciones. Dos personajes viven en la realidad y, por distintas circunstancias en cada obra, se enfrentan al momento de la muerte.

Antes de morir, Izzy Maurer (Harvey Keitel) y Hladik -personaje del cuento de Borges- viven toda una historia personal alterna.


Auster construye para Izzy una nueva vida que incluye conocer a Celia Burns (Mira Sorvino), encontrar una piedra mística viva que destella luz y despierta el amor, y la posibilidad de renovar su interior.


La relación Izzy - Celia se da precisamente por compartir la piedra mágica. A partir de ese momento la vida de los dos cambia. Celia obtiene la oportunidad de su vida al conseguir el papel estelar para la cinta Lulú en el puente, que en la ficción dirige Vanessa Redgrave. En forma colateral surge la figura mítica de la actriz Louise Brooks como modelo de Celia.


Pero Izzy lucha con sus viejos impulsos egoístas que surgen a pesar de su nueva relación amorosa que parece renovarlo.

La piedra viva es buscada por una organización de la cuál sólo se sabe que es de los buenos. Esto lleva a que Izzy sea secuestrado e interrogado. Durante el interrogatorio ejecutado por el Dr. Van Horn (Willem Defoe), Izzy declara no conocer a Celia y que sus únicos intereses en la vida son la música y las mujeres.


No se sabe, porque Auster no da los elementos para decidir sin dudas, si Izzy niega con palabras su amor por egoismo o por sacrificarse por el bien de Celia, aunque algunos puntos de la narración apuntan hacia la segunda opción.


El resto de la historia se desenvuelve para llegar a un punto preciso que es un juego de imaginación cuyo remate es semejante al cuento de Borges. Lo que tiene que resolver el público es decidir si las cosas ocurrieron realmente como fueron contadas o todo fue una alucinación de Izzy antes de morir.

Tanto en el cuento de Borges como en la película de Auster no hay una precisión al final porque no es un remate clásico de una historia. El final ambigüo queda sujeto a discusión y, tanto hay elementos a favor como en contra, para las dos opciones.


Esto implica que el objetivo, tanto en el caso del escritor argentino como el cineasta, es estético. Es la posibilidad de establecer con habilidad una narración concisa y perfecta cuyo remate sorprenda al espectador.

Pero más allá de la sorpresa también ambos autores buscan manejar las herramientas de su arte -literarias y cinematográficas- para crear un efecto en su público. En ese sentido, la sorpresa deriva en que el público debe afrontar las distintas posibilidades de un final circular que resulta ser abierto a varias interpretaciones. Cada espectador debe seguir la pista y decidir por sí mismo.


Esto lleva a una reflexión sobre la vida, sobre el equilibrio entre los percibido como real y lo imaginario, que en momentos pueden ser semejantes y tener el mismo valor para una persona. La controversia entre idealismo y realismo está en la base de Lulú en el puente.

Cada opción desemboca en un final distinto aunque sea el mismo en imágenes porque está motivado por causas diferentes.

En una de ellos, Izzy imaginó todo y la vida de Celia no se vio afectada.


Una versión "new ager" alegaría que Izzy es egoísta y pierde la oportunidad de revivir, ya que su decisión fue tomada en el pasaje de la vida y la muerte y fracasó en aprender la lección de amor planteada.

En otra versión, los acontecimientos sucedieron, pero también misticamente Izzy renuncia a la vida para devolver a la realidad a Celia y cancelar lo ocurrido en la historia contada.

La interpretación, como se ve, es rica y queda abierta al espectador.


Lo que es un hecho es que Auster ha obtenido una magnífica cinta que se va ramificando hasta el golpe final. Hecha con habilidad evidente, apoyada por unas magníficas actuaciones de Keitel y de Mira Sorvino, Lulú en el puente provoca la necesidad de discusión, de amarrar los cabos sueltos y buscar una conclusión. Se apela a la inteligencia del espectador para que resuelva el enigma de fondo entre realidad e imaginación.

Un logro nada despreciable para un artista que expone al público su segunda obra cinematográfica.

LULÚ EN EL PUENTE. Producción: Redeemable Features, Capitol Films, Greg Johnson, Amy J. Kaufman, Peter Newman. Dirección: Paul Auster. Guión: Paul Auster. Año: 1998. Fotografía en color: Alik Sakharov. Música: Tim Squyres. Intérpretes: Harvey Keitel (Izzy Maurer), Mira Sorvino (Celia Burns), Willem Dafoe (doctor Van Horn), Vanessa Redgrave (Catherine Moore), Gina Gershon (Hannah), Mandy Patinkin (Philip Kleinman). Duración;: 103 minutos. Distribución: Quimera Films.