06 enero 2016

Último tiburón para Roy Scheider

El 10 de febrero de 2008 el actor norteamericano confrontó al único tiburón blanco que es invencible y al que todos enfrentaremos algún día: la muerte.

Francisco Peña.


Roy Scheider era reconocido por cinéfilos, fans de la ciencia ficción, teléfilos y espectadores comunes. No era una estrella, ni de las consagradas ni de las efímeras. ¿Cómo fue qué este actor convenció a tirios y troyanos? Su actuación en All that Jazz (Fosse, 1979) le ganó un lugar entre los amantes del cine de arte y los cinéfilos del musical; para los fans de la ciencia ficción es irremplazable como el Dr. Heywood Floyd en 2010: el año que hacemos contacto (Hyams, 1984), digna heredera narrativa de 2001: odisea del espacio (Kubrick, 1968); los teléfilos lo conocen como Fyodor Chevchenko, villano rudo en Third Watch; los espectadores lo recuerdan como Frank Murphy piloteando el helicóptero artillado en Relámpago Azul (Badham, 1983), como el detective Buddy Russo en La conexión francesa (Friedkin, 1971) y, sobre todo, como el jefe de policía Martin Brody en Tiburón 1 y 2 (Spielberg, 1975; Szwarc, 1978).


Scheider, nacido el 10 de noviembre de 1932 en Orange, Nueva Jersey, era un extraordinario actor de carácter cuyas habilidades siempre estuvieron al servicio de sus personajes pero en cada uno de ellos dejó huella de su trabajo. Durante su juventud cambió el deporte (beisbol y boxeo) por la actuación, carrera que cursó en la Universidad de Rutgers.


Sus primeros trabajos fueron en televisión pero abordó el cine con energía en El pasado me condena/ Klute (Pakula, 1971), que le abrió la puerta a su primer coestelar famoso en La conexión francesa. Aunque la parte del león se la llevaba el enfrentamiento actoral entre Gene Hackman -Jimmy Doyle (a) Popeye- y el español Fernando Rey -el capo Alain Charnier-, su actuación como el detective Buddy Russo no pasó inadvertida: fue nominado como Mejor Actor de Reparto en 1972. No ganó el Oscar pero se le abrieron los papeles estelares.


El personaje más popular por el que será recordado es el de Martin Brody en Tiburón, junto con Robert Shaw y Richard Dreyfuss. Fue su salto a la fama. El enfrentamiento entre Brody y el tiburón blanco asesino alimentó durante años las pesadillas de millones de espectadores y su fobia a nadar en la playa. Su actuación destaca en varios momentos de la cinta: cuando ve al tiburón y, paralizado por el miedo, le dice a Robert Shaw la frase conocida “Va a necesitar un bote más grande” y, claro, “¡Sonríe, hijo de perra!”, escupitajo genial contra el escualo en el enfrentamiento decisivo. Aportó al personaje rasgos de horror, desesperación, impotencia, miedo, valor y coraje cuya suma lo hizo verosímil y, por contraste, más temible a su adversario acuático. Si Tiburón es la película clásica que es, se debe en buena medida al trabajo histriónico de Scheider.


El actor se ganó para siempre un lugar en el corazón de los cinéfilos en 1979 cuando se transformó en el coreógrafo y director de cine Joe Gideon, alter ego de Bob Fosse en All that jazz. Sin duda es su mejor actuación en cine y se le reconoció con su segunda nominación al Oscar pero esta vez por Mejor Actor. La gama actoral que ofrece Scheider en esta película es magnífica: va desde la comedia al drama, con cambios físicos mínimos pero perceptibles o por medio de vuelcos inmediatos de carácter y cuerpo.

Show time Folks!



Son inolvidables varias de sus secuencias. Da vida y credibilidad a Joe Gideon como un pícaro seductor irresistible para su ex esposa, su amante actual, su ligue del momento y hasta para la misma muerte (actuada por Jessica Lange). Desborda alegría y comicidad en las fiestas que Gideon organiza en pleno hospital, que en la película están alternadas por su profesionalismo al momento de reeditar, reeditar y reeditar un monólogo sobre las distintas maneras de enfrentarse a la muerte (negación, negociación, aceptación, etc.) que es un homenaje al comediante Lenny Bruce, a quien Fosse había captado ya en su cinta Lenny, de 1974.


Los matices eróticos, cómicos y fársicos (“Show time, folks!”) que Scheider aporta a Joe Gideon bastarían para la nominación al Oscar, pero los redondea con la secuencia donde sufre un infarto y deambula, descalzo y sólo con bata blanca, por los intestinos del hospital hasta cerrar en la zona de mantenimiento: el dolor disfrazado en la sonrisa, la angustia ante la muerte, lo muestran como un excelente actor dramático. El final de la cinta, con la canción “Bye bye love”, no sólo es la apoteosis de Joe Gideon sino la de Roy Scheider como actor completo.


Si los cinéfilos lo prefieren como Joe Gideon, los fans de la ciencia ficción no lo olvidamos como Heywood Floyd. Arthur C. Clarke, autor de la tetralogía 2001, 2010, 2061 y 3001, compartió el entusiasmo de los fans por la presencia de Scheider en la cinta.



En el intercambio de impresiones sobre guión y producción de 2010 entre Clarke y Hyams (por correos electrónicos recopilados en el libro The Odyssey File, de 1984), Hyams no quiere develar la presencia del actor hasta que firme contrato, pero cuando lo asegura le dice a Clarke:


Email PH41 de Hyams: “He firmado a Roy Scheider para actuar a Floyd. Esto no es para publicarse… sin embargo es oficial. Estoy feliz. Roy es exactamente el actor que tenía en mente. Nuestra película ha dado un paso significativo adelante”.

Clarke responde en ACC45: “Encantado de saber sobre RS. Es un actor magnífico y memorable. Me impresionó enormemente en All that jazz”. En ACC63 le da la bienvenida: “¡Roy S: bienvenido a bordo! Ya tienes dos de las mejores líneas en las películas modernas: (1) ‘Va a necesitar un bote más grande’. (2) ‘Me pregunto si Kubrick se deprime alguna vez’ –en All that jazz. Espero que te demos algunas más”.


Y se las dieron:

Floyd: ¿Razones? ¡No hay tiempo para razones!


Floyd es vocero de las ideas de Clarke y Scheider lo encarna con maestría. Su labor destaca en varias escenas: sus diálogos con Helen Mirren (la comandante rusa del Leonov, Tanya Kirkuk) sobre la vida de ambos personajes en la Tierra y sobre la desaparición del monolito, la sorpresa y miedo contenido ante la aparición del astronauta Bowman, la indignación ante la alteración secreta de la programación de HAL 9000. Destaca su voz inolvidable en el monólogo final de la película:

Floyd/Scheider: Algún día, los hijos del nuevo sol conocerán a los hijos del viejo. Pienso que serán nuestros amigos. Puedes contarles [a tus hijos] del día en que todos miramos hacia arriba y nos dimos cuenta de que sólo éramos inquilinos en este mundo. Se nos ha dado un nuevo contrato y una advertencia del propietario.

En 2008, por el cáncer, Roy Scheider perdió su combate con el último tiburón. Pero, quizás, en el momento final vio a la Muerte con el rostro de Jessica Lange y ella, seducida por el actor, decidió responderle la pregunta que todos los humanos nos hacemos… transformándose en David Bowman:



Bowman: Algo va a pasar. Deben irse.

Floyd: ¿Qué? ¿Qué va a pasar?

Bowman: ¡Algo maravilloso!