07 mayo 2016

Casablanca, de Michael Curtiz

Francisco Peña.


¿Cuál es la cualidad que hace de un film un clásico del cine? Esta es la primera inquietud que viene a la mente luego de ver “Casablanca” (1942), de Michael Curtiz.

Desde el año de su realización, esta cinta ha permanecido entre las películas de culto, tanto a nivel popular como en los medios intelectuales. Por distintas razones y apreciaciones, todos parecen encontrar algo que los une a la cinta: momentos románticos, primeras divas de predilección personal, etc. Las distintas lecturas que permite el film también han generado que permanezca en el gusto del público a lo largo de los años.



Las nuevas generaciones redescubrirán las cualidades del film y entenderán y compartirán la preferencia por “Casablanca” que tienen sus padres o abuelos.

Al volver a ver “Casablanca”, los distintos elementos fílmicos que la forman saltan a la vista, pero el primero de ellos es el guión, que está tan bien estructurado que todos sus componentes siguen funcionando en la actualidad.


Uno puede pensar que la temática política sobre el régimen colaboracionista de Vichy, la lucha antifascista de Víctor Laszlo (Paul Henried), y el aislacionismo de Rick Blaine (Humphrey Bogart) podría haber perdido fuerza con el tiempo. Al contrario… El elemento de propaganda que contiene “Casablanca” y que en su momento estaba dirigido al esfuerzo de guerra, de apoyo a los franceses libres de De Gaulle en Londres, a desmoronar el aislacionismo norteamericano, está tan metido en la trama que no sólo es ineludible sino que está vivo.


Solamente con el componente ideológico se entiende la resistencia de Laszlo y la intención de renunciar a su mujer. La ambigüedad venal del capitán Renault (Claude Rains) y el dilema de Ilsa Lund (Ingrid Bergman) y Rick Blaine. Melodrama e ideología están unidos.

Pero aunque ambos componentes están muy bien tejidos en el guión, a lo largo de los años el predominio se inclinó hacia la parte melodramática y sentimental. El clímax de la unión de ambos elementos se da en la confrontación de los cantos en el bar, donde “La Marsellesa” triunfa con la exaltación del patriotismo francés y su deseo de liberación. Es el punto álgido del mensaje ideológico.



¿Qué cualidades hacen de “Casablanca” un clásico?

Por lo pronto un guión bien tejido, donde todas sus partes cumplen su función. La estructura melodramática, sostén del vehículo ideológico, es una de las cualidades que responden a la pregunta. En base a los conflictos ideológicos se establece la mecánica de la renuncia de si mismo y de los sentimientos de los personajes principales: el triángulo Rick - Ilsa - Víctor.


En base al melodrama lo que se muestra en “Casablanca” es la renuncia al amor, a la felicidad personal, debido a una causa superior. Lo que se exalta en la cinta es el autosacrificio por proteger a la persona amada. Evidentemente en la cinta, todas las formas cinematográficas están dirigidas a lograr el efecto melodramático y a partir de allí se da la mitificación de “Casablanca”.


En los encuentros cruciales entre Rick e Ilsa, en las conversaciones donde se define el destino final de los salvoconductos para huir de Casablanca, la fotografía está encaminada a resaltar la belleza de Ingrid Bergman y el cinismo, desesperación y sublimación final de Rick. Todo conduce a que las maneras en que expresan su amor estos personajes sean sentidas y compartidas por el público. Esto se reconoció desde su estreno, y no es gratuito que a la cinta se le hayan adjudicado los Oscares de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión.


Las relaciones que se establecen entre los personajes de la película se convirtieron en arquetípicas, en tanto que modelos de una generación para expresar sus sentimientos, especialmente cuando se daba una separación por causas consideradas más importantes. Esas relaciones arquetípicas no sólo eran modelos en su conclusión -el autosacrificio de los sentimientos personales- sino en el proceso por el cual se llegaba a ese resultado.

El hecho del dolor y el abandono sin explicación de Rick, concentrado en la prohibición de tocar en el bar la famosa canción “As Time Goes By”, de Herman Hupfeld. Los cambios de Ilsa y su indecisión entre sus dos amores y la manera en que ambos sentimientos se expresan en la cinta. El hecho de que Víctor Laszlo ceda a su esposa al cuidado de Rick para salvarla. Todas estas situaciones pasaron a formar parte de la cultura popular, porque se daba el rejuego de proyección - identificación entre lo visto y lo sentido. Esta manera de amar en la pantalla se convirtió en manera de amar en la realidad.


El público convirtió en suyas estas imágenes, y la manera más sencilla de verlo es revisar como ciertos diálogos y la canción mencionada pasaron a ser parte de la expresión diaria de cinéfilos y espectadores. Frases como “Play it again, Sam” y “Siempre tendremos a París / We’ll always have Paris” forman parte de la cultura popular e intelectual de nuestro tiempo.


Todo esto se transvasó a la cultura de una generación. Sólo unos cuantos ejemplos… La fascinación que ejerció la cinta en intelectuales como Plinio Apuleyo Mendoza, fanático de Ingrid Bergman; las distintas citas de Guillermo Cabrera Infante y sus juegos de palabras en “Tres Tristes Tigres”, la obra de teatro y película “Play it again, Sam”, de Woody Allen, que se da el lujo de recrear el final de la cinta de Curtiz en su obra, con todo y parlamentos, y decir que “esperó toda la vida para poder decirlos”.



Alrededor de este núcleo se mueven los otros personajes, como el Capitán Renault, con su venalidad, su cinismo y su decisión final de abandonar Vichy. Un personaje secundario perfecto, que explica uno de los puntos nodales de la película: Rick es un sentimental. Todo se resuelve con la amistad y camaradería masculina, tema tan caro a otros directores como Ford, Hawks y Leone, por mencionar a algunos. Esa camaradería cínica permite que Rick salve a la pareja búlgara de la destrucción en la mesa de la ruleta, a pesar de quitarle la oportunidad del cobro sexual al capitán; el hecho de apostar por la salida de los Laszlo, o de que finalmente digan que todo es el principio de una amistad.



Además, extraidos directamente de “El Halcón Maltés” (John Huston), están las clásicas figuras de Peter Lorre y Sydney Greenstreet. Cada uno cumple perfectamente su función dramática como sujetos corruptos, cada quien en su estilo. Ambos son también “íconos” ya consagrados.



Todas estas cualidades hacen de “Casablanca” un clásico del cine. Es un film que no ha envejecido y conserva vivos sus mejores momentos. La mitificación de Bogart e Ingrid Bergman se entiende en estas imágenes. Sus personajes viven en pantalla y su nodo de autosacrificio y amor está vigente.

Así, los espectadores, con Bogart y Bergman, podemos decir al salir de la función: “Siempre tendremos a ‘Casablanca’ “.



CASABLANCA. Estados Unidos. Producción: Warner Brothers / Hal. B. Wallis. Dirección: Michael Curtiz. Guión: Julius J. Epstein, Philip G. Epstein y Howard Koch, basado en la obra de teatro “Everybody goes to Rick’s” de Murray Burnett y Joan Alison. Fotografía: Arthur Edeson. Música: M. K. Jerome y Jack Scholl; canciones: Max Steiner. Edición: Owen Marks. Intérpretes: Humphrey Bogart (Richard “Rick” Blaine), Ingrid Bergman (Ilsa Lund), Paul Henried (Víctor Laszlo), Claude Rains (capitán Louis Renault), Conrad Veidt (Strasser), Sydney Greenstreet (Ferrari), Peter Lorre (Ugarte), Madeleine LeBeau (Ivonne), S. Z. Sakall (Carl, jefe de meseros). Duración: 102 minutos. Distribución: Cineteca Nacional.