10 mayo 2016

Cinco justicieros espesos

No importan frentes comunes contra la delincuencia, acuerdos nacionales o marchas blancas. Ante secuestros e impunidad renace en Hollywood la figura del justiciero que actúa por propia mano.

Francisco Peña.

Jodie Foster en La valiente

Ante el incremento de la inseguridad en las ciudades estadounidenses, el cine hollywoodense reaccionó de varias formas. Mostró primero secuestros absurdos como El rescate (Ransom, Ron Howard, 1996) donde Mel Gibson no paga porque sabe que ad ovo el secuestrador quiere el billete y le voltea la situación; absurdo porque si fuera el caso en esta Capital donde Primero son los Pobres viviendo en Segundos Pisos o “ni un metro al Metro”, los secuestradores plomean al secuestrado y se conectan otro de volada con nuevo “levantón”.

Funciona mejor la venezolana Secuestro Express (Jonathan Jakubowicz, 2005) donde pasean a una parejita por Caracas con todos los ritos de humillación y terror acostumbrados. Sólo falla el detalle de que a la chica Carla (la ensabanable argentina Mía Maestro) jamás le dan el “arrimón del camarón” porque un secuestrador se enamora de ella.

Mia Maestro en Secuestro Express (2005)

Así que al constatar el verdadero estado del arte del secuestro Hollywood ha retomado la figura del vigilante (como dicen allá), del cual Batman - El caballero de la noche es el ejemplo más reciente. Pero no está solo. Estos son cinco de los justicieros más espesos y violentos mostrados por el cine estadounidense.


La serie de El justiciero (Death Wish, 74, 82, 85, 87 y 94)



En los 70 y 80, el combate fílmico contra el delito fue patrimonio casi exclusivo de Charles Bronson. Es el arquetipo del hombre que se enfrasca en una persecución para hacerse justicia. Por su esposa, por su hija (y al final hasta por el gato) plomea a los culpables en una venganza privada que ni por asomo se relaciona con causas y efectos sociales del crimen.


Hombre en llamas (Man on Fire, Tony Scott, 2004, con Denzel Washington)



¿Los recuerdos fílmicos de nuestro porvenir? El justiciero es Creasy (Washington), guardaespaldas alcohólico que se humaniza gracias a la niña Pita (Dakota Fanning).

El secuestro y supuesta muerte de Pita lo convierte en una máquina de matar, fría, eficiente. “Él hará más justicia en un fin de semana que los tribunales en 10 años”, comenta su amigo Rayburn (Christopher Walken).

Con un despliegue de armas de alta tecnología sigue el rastro del secuestro a través de las corruptas policías preventiva y judicial del DF, ejecuta al comandante "vetarro" Víctor Fuentes, jefe de antisecuestros que se las da de honrado y es el más asqueroso corrupto (Jesús Ochoa), y a cada uno de los secuestradores involucrados.

Ejecución del comandante "vetarro" Víctor Fuentes por Creasy, por medio de una bomba en el ano

La película sacude porque secuestro, ejecuciones, torturas, explosiones, balaceras y corrupción ficticias se filmaron en Ciudad de México donde caminamos a diario; es ver condensada en 90 minutos una realidad que hoy vivimos pero sin que exista un Creasy.


La valiente (The Brave One, Neil Jordan, 2007, con Jodie Foster)

Jodie Foster en La valiente / The Brave One

Proyecta la tensión mental insoportable que vive una víctima hasta transformarse en justiciera. Con acción sobria y descarnada vemos a Erica Bain (Foster, sensacional en matices) como una joven normal que disfruta Nueva York hasta que matan a su novio y a ella la golpean mientras el ataque es videograbado.

Erica se transforma: tiene miedo de salir a la calle, compra una 9 mms. ilegal para sentirse protegida y mata con torpeza en defensa propia. Descubre después que ya es otra mujer: afina la puntería cuando mata a dos vagos que querían violarla. Su desequilibrio y frialdad ejecutora aumentan cuando la prensa critica pero “festeja” al “ciudadano vigilante”. Frente a los asesinos de su novio se resquebraja y es poseída por un odio puro, cristalino.

Erica conmueve porque su viacrucis psicológico y las secuelas irreparables de conducta le pueden ocurrir a cualquiera de nosotros.


Ángel de Venganza (Ms .45, Abel Ferrara, 1981, con Zoë Lund)



Thana (Lund) es una joven muda que es violada en la calle; al llegar a su casa encuentra a un ladrón que la viola por segunda vez en la noche (¡hasta vas a hablar con esto!). Lo mata con un pisapapeles y se apodera de una pistola calibre .45.

Desequilibrada, dispara primero a hombres que la acosan, luego sale a cazarlos al parque. En una escena bizarra llega a una fiesta vestida de monja con ligueros de donde saca la .45 y, en una escena sangrienta, elimina a todos los machos presentes. La justiciera impresiona porque no sonríe, no reacciona, sólo dispara.


Taxi Driver (Scorsese, 1976, con Robert de Niro)


Travis Bickle (De Niro) no sabe que hacer con su vida, por lo que al final decide como justiciero rescatar a Iris (Foster) de la prostitución. Aún impacta ver las descargas de las fuscas .45, .38 y .22 que almacena Travis en una orgía de sangre donde cada gota, cada acción está justificada magistralmente por el desequilibrio y la violencia contenida del personaje. Inolvidable secuencia.


De entre estos vigilantes hollywoodenses surge el perfil del justiciero. La víctima o un personaje cercano a ésta se asfixia ante la impunidad general causada por burocracia, corrupción e ineptitud de las autoridades y/o el poder del crimen organizado. El hecho es que el delito no se castiga por vías institucionales. Como no hay salida, quienes enfrentan la pérdida de un ser querido sufren un cambio interior que se expresa en una implacable ira contra los criminales. Muy a su pesar cruzan la línea para enfrentarlos en su propio terreno: con violencia y armas.

Antes o después de sufrir un crimen está presente el temor que transforma, como se expresa en el monólogo de Erica Bain donde narra lo que observa en las calles de su ciudad. “Gente que le teme a otra gente. Siempre pensé que el miedo le pertenecía a otros. A gente más débil. Nunca me había tocado. Y entonces me tocó. Y cuando el miedo te toca, te das cuenta de que había estado allí todo el tiempo esperando debajo de la superficie de todo lo que amabas. Y la piel se te eriza y tu corazón se enferma. Y miras a la persona que eras caminando por esa calle y te preguntas si alguna vez volverás a ser esa persona”.

Por lo que vemos hoy, la respuesta es no.