10 diciembre 2016

Judy Berlin, de Eric Mendelsohn

Francisco Peña.


La película Judy Berlin, de Eric Mendelsohn, no llega a justificar el prestigio que le antecedía antes de su proyección.

Ubicada en el pueblo de Babylon, Long Island, en el estado de Nueva York, la cinta busca mostrar la vida plana de los suburbios norteamericanos, con sus pequeños conflictos diarios, la mitología falsa del american way of life, y la realidad de una existencia donde los valores ya no sólo están en crisis sino que están ausentes.



Su buena realización, en blanco y negro, con un inteligente manejo de cámara y edición, no es suficiente para hacer la película atractiva más que en unas cuantas secuencias y personajes.

El tejido social de esta comunidad se analiza por medio de pequeñas historias donde los personajes se entrelazan y se va brincando de una a otra. Judy Berlin lleva a su madre Sue Berlin, que conduce a su amante Arthur Gold, que remite a su esposa Alice Gold, que manda a su hijo David Gold que reencuentra a Judy Berlin en la calle, y así por el estilo.

De allí se desprenden distintas combinaciones entre los personajes, pero la constante de las relaciones entre todos -con excepción de Judy- es la desilusión y el fracaso sentimental.

Pero el hecho de presentar una comunidad decadente que vive sin propósitos por medio de personajes bobos, con actuaciones planas, tiene como resultado una película igual de aburrida y estúpida como la historia que cuenta.


David Gold (Aaron Harnick) es un joven en crisis que ya conoce el mundo porque regresa desilusionado de Hollywood, que es una esperanza mítica para muchos pero que esconde la misma desilusión o peor de la que se vive en este suburbio.

No bastan las buenas intenciones para que Judy Berlin (Edie Falco) intente sacar a David del marasmo existencial; por intentarlo, será agredida por el joven cineasta que le demostrara la futilidad de sus sueños, pero que no impedirá que ella los busque.

Por el otro lado están las parejas de adultos, ya con relaciones secas e instaladas en la "dulce costumbre" del diario convivir. De estas, la única que es interesante es la que se establece entre el director de escuela Arthur Gold (Bob Dishy) y Sue Berlin (Barbara Barrie), la amargada maestra.

Es el único punto atractivo de la cinta porque muestra un poco más de que están hechos los sentimientos y frustraciones de los personajes, y como el medio social decadente ha impedido una relación más vital entre ellos.


Para colmo, en un truco narrativo innecesario, retórico por su excesivo metafórismo, se da un eclipse de sol que deja a obscuras a todo el pueblo de Babylon. Este es el pretexto, la noche en el día, para que los personajes hagan reflexiones superficiales, que quieren profundas, sobre el significado y rumbo de sus vidas.

El eclipse no dura lo que dura en la realidad sino que se extiende en exceso en el tiempo interno de la cinta. Esto le permite a los personajes deambular por el pueblo enmedio de conversaciones estúpidas, en un ambiente que parece salido de los peores programas de The Twilight Zone o Outer Limits, pero sin la extrañeza que tenían esas series televisivas.

Las conversaciones entre todos, las situaciones narradas, se repiten una y otra vez sin variaciones significativas. Más bien parecen filmadas como un rollo de pianola que se repite hasta la naúsea.

Para narrar el desierto existencial que se esconde en la suburbia estadounidense, víctima de su forma americana de vida, Judy Berlin cae justo en lo que crítica. Es una película lenta, aburrida, que se extiende sin necesidad -como el eclipse- hasta ser semejante al desierto que quiere retratar.

Hay cintas inteligentes que abordan el mismo problema con una estética semejante: blanco y negro, edición adecuada, etc. Pero a diferencia de Judy Berlin si son películas interesantes que captan la atención del espectador y no insultan su inteligencia. Una de esas cintas es The last picture show / La última película, de Peter Bodganovich.

Judy Berlin es una película que se puede evitar ver porque hay cosas más interesantes que hacer en la propia vida del espectador.

El hecho de que tenga ciertos elementos de buena realización no es suficiente para que se le considere una buena cinta. Es mejor quitarle los ropajes de un falso prestigio para mostrar que es tan intrascendente como la vida de los personajes que contiene.

Producción: Caruso/Mendelsohn Productions, Rocco Caruso, Wendy Jo Cohen. Dirección: Eric Mendelsohn. Guión: Eric Mendelsohn. Año: 1999. Fotografía en blanco y negro: Jeffrey Seckendorf. Música: Michael Nicholas. Edición: Eric Mendelsohn. Intérpretes: Barbara Barrie (Sue Berlin), Bob Dishy (Arthur Gold), Edie Falco (Judy Berlin), Madeline Kahn (Alice Gold), Bette Henritze (Dolores Engler), Anne Meara (Bea), Julie Kavner (Marie), Aaron Harnick (David Gold). Duración: 93 minutos. Distribución: Latina.