06 febrero 2015

Stanislaw Lem - Por Filiberto López

Por Filiberto López.

"Los buenos libros dicen la verdad, incluso cuando tratan de cosas que no existen y que nunca existirán. Son verdaderos en una forma diferente. Cuando hablan del espacio exterior, te hacen sentir tanto el silencio, diferente del silencio en la Tierra, como la falta de vida. Sin importar qué aventuras sean, el mensaje es siempre el mismo: los humanos nunca se sentirán ahí como si estuvieran en casa."
Tomado de "La Historia de Pirx", del libro "Más historias de Pirx El Piloto, 1983" de Stanislaw Lem


Stanislaw Lem fue un genio. Alguna vez presumió tener un coeficiente intelectual de 180. No sé si eso fuera cierto, pero el párrafo anterior presenta en una forma que solo pudo haber sido hecha por un genio, lo que es la esencia de la buena ciencia-ficción.

El primer libro que leí de Lem fue "Congreso de Futurología." (Con perdón de San Mateo, San Juan, San Lucas y San Marcos): En aquel tiempo, mis amigos del trabajo y yo teníamos la costumbre de irnos a comer juntos, y después de comer bastante bien, hacíamos sin prisas, la sobremesa. Nunca platicábamos de fútbol, ni de política, ni de autos, ni de muchachas - o para ser precisos, casi nunca. Más bien platicábamos de libros que habíamos leído, o de películas que habíamos visto, o de teatro, o de música - en fin, creo que se pueden dar una idea de la atmósfera que reinaba en nuestras sobremesas.

En una de esas ocasiones, mi amigo y compañero de correrías, el tal Toño, empezó a hablarme, muy entusiasmado, de un libro que le había regalado su hermano mayor (que entre paréntesis parecía su hermano menor, ya que mi amigo Toño mide algo más de 1.90 y pesa como ciento veinte kilos, mientras que su hermano mayor apenas rebasa el 1.60 y ha de pesar cosa de sesenta kilos). El libro era "Congreso de Futurología", de Stanislaw Lem. Toño me dijo que el libro era lo más cáustico, agudo, atinado e interesante que hubiera leído en su vida, aparte de "Los Viajes de Gulliver." Mi amigo se deshizo en elogios para el libro. Había quedado muy impresionado, y esto me impresionó a mí. Esa misma semana fui a Sanborn's a conseguir mi ejemplar del susodicho libro. Me absorbió tanto, que lo leí de un solo tirón, pasando una noche entera sin dormir. En efecto, ése era uno de los más sorprendentes libros de ciencia-ficción que jamás hubiera caído entre mis garras, y en ese momento contraje el vicio de leer a Lem.

"Congreso de Futurología" nos narra las aventuras de Ijon Tichy (un personaje que por cierto, aparece en muchas novelas de Lem) en un Congreso de Futurólogos. Como es de esperarse, los organizadores decidieron que el congreso se llevara a cabo en el futuro, por lo que todos los congresistas se ven en la necesidad de trasladarse hacia allá por la única vía lógica: la criogenia. Una vez que llegan al futuro, a la sede del congreso, el hotel Hilton de Costa Rica, resulta que también se está llevando a cabo un congreso de terroristas y un congreso de editores de pornografía.


Muy pronto, los acontecimientos se desenvuelven en forma vertiginosa, debido a las inverosímiles situaciones debidas a las interacciones de los asistentes a los tres congresos. Esas situaciones sirven como pretexto para exhibir un diluvio de críticas a la sociedad moderna. No pude menos que darle la razón a Toño respecto a que "Congreso de Futurología" es la sátira social más ingeniosa que se ha escrito, desde "Los Viajes de Gulliver." Indudablemente, y con perdón de Julio Verne, Lem fue el escritor de ciencia-ficción no anglosajón más importante, tanto por la profundidad, riqueza y creatividad de su obra. Los libros de Lem se han traducido a más de treinta idiomas y se han vendido más de doce millones de ejemplares.

Para entender mejor la obra de Lem, es útil tener en mente las circunstancias de su vida. Nació en 1921 en la ciudad de Lvov, que entonces era parte de Polonia, y que hoy día, gracias a los nazis y a los soviets, es parte de Ucrania. Sus padres eran judíos, pero dado que era bastante difícil ser judío en esa parte de Europa en esa época, fue educado como católico, y gracias a eso, y gracias a un juego de papeles de identidad falsos, pudo evitar la suerte de muchos millares de sus compatriotas.


Él era socialista por convicción, y estudiaba medicina en la Universidad Jagielloniana de Cracovia cuando los alemanes invadieron Polonia. En vista de ello, suspendió sus estudios, y se ocupó como soldador y como mecánico automotriz. En sus ratos de ocio, formaba parte de la resistencia polaca, haciendo actos de sabotaje, y traficando con armas y municiones. Al final de la guerra, Polonia fue invadida por el ejército rojo del Mariscal Zhukov y pasó a formar parte de de los países del otro lado de la Cortina de Hierro. Lem regresó a la universidad, y continuó con sus estudios.

Durante la década de los treinta, un biólogo soviético llamado Trofim Denisovich Lysenko, que fue uno de los héroes científicos oficiales del estalinismo, desarrolló una serie de teorías seudo científicas absurdas, inspiradas en las ideas de Lamarck: proclamó la heredabilidad de las características adquiridas (como por ejemplo, que a los ratones que se les cortaba la cola eventualmente tendrían hijos sin cola), satanizó a la genética, calificándola de basura capitalista, y también se dedicó a asegurarse de la deportación a Siberia de todos sus detractores. Bajo la férula comunista, la Universidad de Cracovia enseñaba las ideas de Lysenko, y Lem se rebeló acremente contra ellas, negándose a presentar sus exámenes finales por considerar que se le habían enseñado falsedades. Nunca se recibió de médico.


Por esas épocas, la década de los cincuenta, trabajó en un hospital, y en sus ratos de ocio escribió su novela realista "El Hospital de la Transfiguración." Así mismo, se aficionó a la ciencia-ficción, y se entusiasmó con la filosofía y con la cibernética, disciplina fundada por el norteamericano (genio) Norbert Wiener.

Desgraciadamente, esta afición de Lem no eran muy bien vista en la Polonia de entonces: la cibernética era vista como una seudo ciencia capitalista. Entre la cibernética, sus escritos, sus lecturas de ciencia-ficción y la medicina, todavía le alcanzó el tiempo para casarse en 1953 con una compañera suya, estudiante de medicina: Bárbara.

Las primeras novelas de Lem eran más o menos optimistas y basadas en las convenciones del Realismo Socialista. Examinaba los desarrollos tecnológicos, las civilizaciones futuras y las responsabilidades de los científicos. Pero en la loca década de los sesenta, las visiones de Lem se volvieron más independientes, experimentales y radicales. Lem se había desilusionado del comunismo y se convirtió en un escritor subversivo. Se escudó detrás de la ciencia-ficción, para poder criticar a sus anchas, con mucho ingenio y acidez, todo lo que veía que estaba mal. El gobierno polaco de ese entonces no toleraba la más mínima crítica, pero para suerte de Lem, las autoridades consideraban a la ciencia-ficción como un género literario sin importancia, y así pudo Lem publicar sus trabajos sin mayores problemas.

En 1959 publicó "EDEN", una profecía en la que cinco astronautas náufragos exploran un planeta en el que la manipulación y control de los seres humanos por medio de la química era una práctica común. Lem decía que "EDEN" fue la primera novela de ciencia-ficción de la que no se avergonzaba. No fue coincidencia que esta novela es relativamente subversiva, criticando las ideas de control total de la sociedad.


En 1961, cuando ya era un autor de renombre en Polonia y la Unión Soviética, publicó un maravilloso trabajo titulado "Solaris". En esta novela, Lem explora dos de sus temas favoritos: las limitaciones del entendimiento humano y la especulación acerca de cómo pudieran ser las inteligencias extraterrestres. Lem creía que dadas las limitaciones humanas, sería muy difícil, si no es que imposible, comunicarse con seres extraterrestres. La novela inicia con el debate de un grupo de científicos respecto a si el océano que cubre al planeta Solaris, está vivo, y si es acaso inteligente. Ellos han podido ver que el planeta tiene patrones complejos de comportamiento, dignos de un ser vivo, incluyendo una órbita que se corrige a sí misma. Pero dado a que nada del océano se parece a la bioquímica humana, ni a la psicología, es difícil determinar si tiene consciencia.


El héroe de la historia - un psicólogo extremadamente objetivo, Kris Kelvin - es despachado hacia una estación espacial que está en orbita alrededor de Solaris. Cuando llega ahí, descubre que uno de los científicos de la estación se ha suicidado y que los otros están al borde del colapso nervioso. Aparentemente el planeta lee sus mentes, y llena la estación espacial con apariciones que corresponden a ciertos aspectos de las fantasías de los tripulantes. Poco después de su llegada, Kelvin se encuentra cara a cara con su difunta y amada esposa. Con este encuentro, el reto de evaluar la inteligencia del océano se convierte en algo emocionalmente difícil. Kelvin mata a su esposa, para verla aparecer de nuevo, al día siguiente, como si no hubiera pasado nada. La mata varias veces más, pero ella reaparece. ¿Serán estos fantasmas los intentos del océano Solaris para comunicarse con los hombres?


Trailer soviético de SOLARIS, de Tarkovsky


Trailer de SOLARIS, con George Clooney

En "Solaris", Lem amarra sagazmente la psicología con la filosofía, logrando debilitar hasta el concepto de qué es lo que es una persona. Es una obra clásica de Lem: un ingenioso acertijo intelectual, sin ninguna de las muletas clásicas de la ciencia-ficción; no hay balaceras intergalácticas, rebeliones coloniales, ni batallas espaciales en las que un valiente y joven oficial supera su miedo para convertirse en un hombre de verdad.


En 1972, el famoso director ruso Andrej Tarkovsky filmó una rara cinta basada en "Solaris", que mereció el Premio Especial del Jurado, en el Festival de Cannes de 1972. Vi por primera vez esa película en los cines del Centro Cultural Universitario, y recuerdo haber salido de la sala de un humor muy extraño: la película me incomodó, me sorprendió, me inquietó. Es una película larga, con un ritmo muy lento, llena de detalles que no pueden apreciarse a la primera vez. Y la música es ominosa y deprimente.

Desde entonces, habiendo ya leído la novela, y habiendo visto la cinta tres o cuatro veces más, ya absorbí el argumento, ya entendí los detalles, y todavía no sé si me gusta o no la película. Mi consuelo, es que a Stanislaw Lem nunca le gustó esa película. "Éramos como un par de caballos unidos por un arnés, pero jalando en direcciones contrarias," decía, refiriéndose a la colaboración entre él y Tarkovsky. También calificó desdeñosamente a Solaris como "Crimen y Castigo, en el espacio."

En 2002, Steven Soderbergh hizo una versión norteamericana de Solaris, con George Clooney como protagonista. Soderbergh prometió filmar "una cruza entre '2001' y 'El Último Tango en París'." Lem vio al esfuerzo con escepticismo. "Si los norteamericanos convierten a mi novela en algo extraño, no me sorprendería nada." Sin embargo, y a pesar de su escepticismo, le vendió a Soderbergh los derechos para hacer la cinta. "Tenía dudas respecto a si debía vender los derechos para Solaris en los Estados Unidos," dijo Lem, "pero en un cierto punto me dije a mí mismo: 'Soy viejo; debo resistirme a estar diciendo siempre que no.' Ya he pasado el punto sin retorno, y no hay nada que pueda hacer yo al respecto."

La cinta quedó muy lejos, tanto de "2001", como de "El Último Tango en París" e incluso quedó muy lejos del trabajo de Tarkovsky. Soderbergh no pudo entender el meollo de la novela, prefiriendo centrarse en la historia de amor entre el protagonista y su difunta esposa.


En 1965 publica "CIBERIADA: Fábulas para una era cibernética", que es un conjunto de cuentos, que critican vitriólicamente una amplia gama de ideologías terrestres. Es algo así como "Los Cuentos de Canterbury" de la ciencia-ficción. Una vez más, vuelve Lem a entrarle al tema de la comunicación con inteligencias extraterrestres en su novela de 1968, "La Voz de su Amo". Otro de sus trabajos de esa época, titulado "Los Relatos del Piloto Pirx," es una colección de reflexiones sobre las implicaciones de la cibernética en el desarrollo humano.

"El tema que más enfatiza Lem en sus trabajos," escribió en el New York Times Philip José Farmer, un reconocido autor norteamericano de ciencia-ficción, "es que las máquinas serán algún día tan humanas como el Homo Sapiens, y tal vez superiores a él. El Sr. Lem tiene un genio casi Dickensiano para reconocer vívidamente la tragedia y la comedia de las máquinas del futuro; siempre logra que al lector le duela la muerte de uno de sus androides o computadoras."

Lem fue una especie de Kafka de la ciencia-ficción, prefiriendo las especulaciones cómicas que se hunden profundamente en los intersticios ideológicos de la ciencia y de la sociedad. Sus historias están llenas de robots dotados de una perturbadora capacidad de reflexionar. Lem se caracterizó por llevar siempre sus ideas hasta las últimas consecuencias, como por ejemplo, drogas tan convincentes que la realidad desaparece ("Congreso de Futurología", 1971) o computadoras que son demasiado inteligentes como para ser útiles.

Este rigor le ganó a Lem el respeto de muchos académicos, especialmente el de los científicos que se dedican a la inteligencia artificial. Expertos como Marvin Minsky y Douglas Hofstadter alguna vez invitaron a Lem a visitar la catedral de la inteligencia artificial: el MIT. Pero Lem rehusó, diciendo que no le gustaría desilusionar a aquellos lectores que esperaban descubrir una extraordinaria personalidad detrás de las extraordinarias historias que escribía.

John McCarthy, un veterano científico de la computación de la Universidad de Stanford, es fanático de la novela "Magnitud Imaginaria", de Lem. Ese libro, junto con "Un Vacio Perfecto" consisten respectivamente, ¡de los prefacios y reseñas de libros que nunca han sido escritos! Estos libros imaginarios de la ciencia del futuro incluyen una descripción de un grupo de bacterias que aprendieron a comunicarse mediante la clave Morse, y un discurso de un premio Nóbel acerca de cómo dos civilizaciones en partes diferentes del universo pueden cooperar sin ser capaces de comunicarse entre sí. Ambos libros son secos, llenos de neologismos, pero extremadamente graciosos y capaces de hacer germinar ideas en la mente del lector. Si Lem no hubiera escrito estos dos libros, seguramente hubieran sido escritos por Jorge Luis Borges.

Al principio, y dado que vivía del otro lado de la cortina de hierro, Stanislaw Lem no tuvo contacto con la ciencia-ficción del hemisferio capitalista, salvo una que otra obra de H. G. Wells o Julio Verne, sino hasta principios de los sesenta. Para su horror, descubrió que el grueso de la ciencia-ficción norteamericana consistía básicamente de fantasía y aventuras, sin la más mínima seriedad. Se volvió en un acérrimo crítico de la mala ciencia ficción, y emprendió con mucha enjundia la tarea de reformar al género. Durante los sesentas y los setentas, escribió muchos ensayos, lapidando lo que consideraba la pobreza intelectual de la mayor parte de la ciencia-ficción norteamericana, sacando al balcón hasta a los autores más reconocidos, criticándoles su ignorancia técnica, su torpeza literaria y su ingenuidad sociológica. Llenó docenas de páginas de revistas académicas tales como Science Fiction Studies con densos argumentos acerca de cómo estaba fallando la ciencia-ficción norteamericana en lograr su potencial. Uno de los pocos escritores norteamericanos que merecieron su admiración, era Philip K. Dick, como lo expresó en su libro de ensayos de 1986, "Microworlds."

Estas agrias controversias solamente le ganaron la enemistad de la mayoría de los miembros de la Science Fiction and Fantasy Writers of America. De hecho, el mismo Philip K. Dick, miembro de la sociedad, lo acusó a su vez de ser simplemente un comisario comunista. Lo peor del asunto es que la controversia de Lem no logró su objetivo, y por ello, Stanislaw Lem se decepcionó de la ciencia-ficción y abandonó el género, pero no sin antes dejar un enorme legado que sirvió entre otras cosas, para estimular mi imaginación, y abrir mi mente a nuevas posibilidades.

¡Gracias por el legado que nos dejaste! ¡Como te voy a extrañar, mi querido Stanislaw!