15 marzo 2015

Héroes sin patria / Héroes o traidores / One man's hero, de Lance Hool

Francisco Peña.


Debo advertir al lector que en esta ocasión no presento una crítica de cine semejante a las que casi siempre escribo para Film Paradigma, sino que combino el análisis cinematográfico con el hecho histórico que se toca en el film One man’s hero / Héroes o traidores / El batallón de San Patricio / Héroes sin Patria, del director Lance Hool.



La cinta llama la atención por su tema histórico específico: el Batallón de San Patricio, formado por soldados irlandeses, que participó en la defensa militar de México durante la injusta guerra provocada por los Estados Unidos (1846 — 1847) contra su vecino del sur.

La cinta no es totalmente histórica porque contiene varias subtramas de ficción, una de ellas de romance entre la mexicana Marta (Daniela Romo) y el irlandés John Reily (Tom Berenger).


La película se ubica dentro de la producción de films históricos producidos por el ala liberal de Hollywood y con tintes de producción independiente. Lo que se busca es confrontar al público norteamericano con momentos desagradables de su historia, y que han sido “olvidados” por las industrias generadoras de ideología cuando no sirven para fines propagandísticos o abiertamente patrioteros.

En esa confrontación con el público, al menos se intenta aclarar que existe otra visión posible de los acontecimientos, y que los hechos fueron más complejos de lo que una historia simplificada ha mostrado a toda una sociedad.

Dentro de esta corriente podemos sumar a One man’s hero las cintas de Glory y Gettysburg. Estas tres cintas abordan dos de tres de los momentos históricos que la sociedad norteamericana ha distorsionado en su compleja y multifacética realidad: la ideología ha torcido la verdad de la Guerra de Texas (1836), la Guerra de Estados Unidos — México (1846-1847) y su propia Guerra Civil entre el Norte y el Sur (1861-1865) que se sigue discutiendo en la Academia, la política y la vida cotidiana.


Cuando Hollywood abordó estos conflictos lo hizo de tal forma que sirvieran de vehículos de propaganda, de patrioterismo. Jamás para analizar situaciones o causas o, al menos, la complejidad de los factores involucrados y de personajes de carne y hueso. Basta ver El Alamo (1960), dirigida y actuada por John Wayne para entender el desprecio por la historia verdadera.

En este caso específico, One man’s hero / Héroes o traidores contiene, al menos, una explicación sómera de las razones por las cuales muchos irlandeses cambiaron de bando durante la guerra Estados Unidos — México, desertando del ejército norteamericano para formar una unidad militar propia que funcionó dentro del ejército mexicano durante la defensa del país. De esta forma, el eje narrativo se centra en los irlandeses, pero la cinta apunta rasgos interesantes hacia los norteamericanos y mexicanos.

Miembros irlandeses del Batallón de San Patricio, en el film.

Con limitaciones de presupuesto y narrativas, Héroes o traidores cumple dignamente con su papel divulgador dentro de los límites comerciales. Es una película muy visible para quienes les interesa saber más del tema. Toca casi todas las situaciones históricas del momento, con excepción de una sola: el colonialismo aberrante de la doctrina norteamericana de El Destino Manifiesto.

El preámbulo de los créditos iniciales explica el contexto irlandés para explicar la migración a Norteamérica. El dominio colonial inglés había destruido la economía irlandesa pero no su cultura. El colonialismo inglés había concentrado las tierras en manos de unos pocos terratenientes; las tierras sobrantes eran de pésima calidad y sobre ellas se concentraba el resto de la población. El cultivo básico de esas tierras eran las papas — patatas. Era el alimento primordial de la población irlandesa alrededor de 1840.


Pero de pronto explota una plaga que destruye el cultivo de la papa. Ante la elección de morir de hambre, rebelarse contra Inglaterra o emigrar, gran parte de la población de Irlanda emigró a los Estados Unidos, primordialmente a las ciudades de Boston y Nueva York.

Pero la situación en el norte de los Estados Unidos no era sencilla. La sociedad norteamericana, a pesar de su origen y composición basada en la migración, siempre ha tenido la tendencia a discriminar a la última oleada de inmigrantes. En el siglo XIX fueron los irlandeses y judios; al principio del XX fueron los italianos, polacos y rusos; ahora son los latinoamericanos. Siempre ha existido un chivo expiatorio social, una minoría, que es el escape para las presiones sociales de ciertos sectores bien identificados de la sociedad norteamericana.

Los argumentos se repiten hoy hasta la naúsea y parecen tener vida propia y autorreplicarse a pesar del paso del tiempo: "los inmigrantes nos quitan los empleos, su religión —en casi todos los casos mencionados, la Católica, sumando la Judaíca o la Ortodoxa rusa- cambia nuestra sociedad, su comida, sus costumbres son un atentado a la raíz WASP (blanco, anglosajón y protestante) de la sociedad norteamericana".

En ese momento histórico, el prometido escape social para los irlandeses y su acceso más inmediato a la nacionalidad norteamericana era el enrolamiento en el ejército. Pero dicha institución armada en esa época tomaba los rígidos lineamientos militares ingleses y era un reflejo de la composición de la sociedad de su tiempo.

James Polk, presidente norteamericano que provocó la guerra con México, tenía una bandera política basada en la doctrina de El Destino Manifiesto, de raíz protestante. Para los habitantes de la Norteamérica anglosajona del siglo XIX la igualdad, la libertad religiosa, de creencia e individual eran credos incuestionables en la ley, pero su aplicación no era pareja: "ciertos segmentos de esa sociedad eran más iguales que otros", parafraseando a George Orwell (Granja de animales / Animal farm).

Polk

El Destino Manifiesto era la instrumentación política de la distorsión religiosa protestante: el bienestar material de un hombre era reflejo de que Dios lo había elegido y agraciado. La ética protestante del trabajo cristalizaba en la riqueza y el bienestar, que de esta forma se convertían en signo de la predilección divina por dicho segmento religioso y posteriormente social.

Al transvasar este argumento religioso protestante de la escala individual y social al plano de la actividad de un Estado o Nación, se argumentaba que había naciones predestinadas por Dios para dominar los recursos del mundo —o de perdida, administrarlos mejor que los otros-. Evidentemente, Estados Unidos tenía un Destino Manifiesto, con base en dicha voluntad divina, en este mundo: ser una potencia mundial.

Para ello debía tener más territorio, y tener costas en el Atlántico y el Pacífico, para dominar comercialmente el continente americano y el mundo. El único problema era que, enmedio, estaba un país pobre, católico, que tenía un inmenso territorio con poca población. Ese país era una nación independiente llamada México.

Al argumento de El Destino Manifiesto se le unía naturalmente otro más corrupto. La supremacia de la raza blanca (otra vez en su versión WASP) sobre todas las otras y, por lo tanto, la justificación moral, religiosa y ética de esclavizar a las razas inferiores.

Esclavo negro en el Sur de Estados Unidos, circa 1850.

Así, dentro de la sociedad norteamericana se escondía la serpiente esclavista dentro de la liberalidad de su cultura; la discriminación racial bajo leyes que sostenían la igualdad de los hombres; la ambición territorial justificada por la voluntad divina encarnada en la ideología de raíz protestante de El Destino Manifiesto.

Esta división, con todos los matices y combinaciones intermedias posibles, creaba la gran paradoja de la sociedad norteamericana: un Norte paulatinamente antiesclavista, industrial, inmigrante y liberal enfrentado a un Sur cada vez más conservador, pobre, agrícola, esclavista y racista, pero que dominaba políticamente el Congreso estadunidense.

Polk, apoyado por los estados sureños esclavistas, pretendió comprar territorio a México y posteriormente provocó una guerra injusta.

En base a una controversia sobre los límites de Texas —que desde la época del Virreinato de la Nueva España estaban, al sur, en el Río Nueces y no en el Río Bravo o Grande-, consideró como ataque a territorio norteamericano un movimiento militar mexicano que rebasó el Río Bravo — Grande, pero que nunca cruzó el Nueces. México nunca aceptó el Río Bravo como límite de Texas y consideraba la porción territorial entre el Bravo y el Nueces como zona mexicana. México, pues, defendía su propio territorio de la presencia yanqui.


A partir de ese momento se desencadenó una guerra que costó a México la mitad de su territorio de la época.

Pero hay que acotar, como lo dice el General Zachary Taylor en la cinta, que esta guerra encontró oposición en el Congreso estadunidense. Varios legisladores norteños consideraron injusta la agresión contra un país débil, y subrayaron la verdadera causa: anexar territorio para convertirlo en estados esclavistas que protegieran y aumentaran el poder de la zona Sur de los Estados Unidos.

Una de las voces que se alzó contra la guerra contra México y la provocación de Polk fue un obscuro político, entonces diputado, llamado Abraham Lincoln.


Lincoln, circa 1847.

Volviendo a los irlandeses, las escenas de la cinta muestran que el ejército que se pone en movimiento contra México, al mando de Taylor, reflejaba las contradicciones de su sociedad. Los irlandeses eran maltratados por considerarseles inferiores, por ser católicos, por tener otra lengua que no era el inglés sino el gaélico irlandés.

Lo que no se menciona en la cinta es que muchas de las tropas voluntarias norteamericanas estaban formadas por sureños. Sin embargo, aunque en minoría, también estaban presentes los norteños liberales, representados por el personaje del capitán Gaine.

En ese sentido, las contradicciones de la sociedad norteamericana y de su relación con irlandeses y mexicanos aparecen en los diálogos de la cinta, aunque no se profundiza en su análisis.

Tom Berenguer como Riley.


El otro punto, que apenas se menciona en la cinta, es el colonialismo. Los irlandeses —al igual que los polacos, por ejemplo- hicieron de su religión un sello de su cultura nacional. Los representaba y cohesionaba frente a la ocupación colonial inglesa, como a los polacos frente a Rusia, Austria y los estados alemanes.

Desaparecida como estado, Irlanda sobrevivía gracias a su cultura y como adepta a una religión en particular.

Por supuesto que los norteamericanos sudistas no entendían -ni entienden aún en el siglo XXI- lo que significaba la religión para los irlandeses, y por qué se podían sentir hermanados con los mexicanos al compartir la misma creencia religiosa.


Se pide permiso para ir a misa católica. Irlandeses castigados por el ejército estadounidense por ir a misa católica en iglesia mexicana. Enfrentamiento por el hecho.

Pero además los irlandeses observaron cómo los norteamericanos codiciaban un territorio ajeno y como pensaban de los mexicanos a partir de esa conquista. Era el mismo pensamiento colonial que habían vivido directamente en Irlanda, el mismo trato y codicia que Inglaterra había mostrado y ejercido sobre ellos por siglos.

Los irlandeses del Batallón de San Patricio se unieron a los mexicanos por varias razones: el paralelismo colonial EU-Inglaterra, la misma religión católica en Irlanda-México, y el maltrato e injusticia sufridos por su condición de irlandeses en un ejército que los despreciaba, entre otras.

Por otra parte, como intenta manejar la película, los mexicanos tenían sus propias divisiones aun frente al enemigo común: federalistas contra centralistas en un conflicto que se remontaba desde la Independencia mexicana a las logías masónicas yorkina y escocesa. Luego se convirtieron estas posiciones políticas en ejércitos liberales y conservadores, hasta la caída del Segundo Imperio, el de Maximiliano de Habsburgo. Esta división marcó todo el siglo XIX en México.

Cortina (Joaquim de Almeida) y Marta (Daniela Romo) representan a la tendencia federalista, que sospecha de la unión propuesta por los centralistas al mando de Santa Anna y representada por el personaje del coronel Máximo Nexor (Jorge Bosso). También muestran la preocupación por una unidad mexicana como Nación que se da realmente tiempo después de dicha guerra.

Marta (Daniela Romo) y Cortina (Joaquim de Almeida).

A tal grado llegaba la división interna que en plena invasión norteamericana hubo revueltas políticas al interior de México, lo cual debilitó la defensa mexicana, además del pésimo manejo militar de Santa Anna, por decir lo mínimo de este complejo personaje.

Los irlandeses forman el Batallón de San Patricio como unidad militar —la bandera verde con el arpa irlandesa está tomada del diseño original e histórico- y comparten las derrotas mexicanas desde Monterrey hasta el Convento de Churubusco.

La bandera del Batallón de San Patricio: el arpa irlandesa con el fondo verde que representa Eire - Irlanda.

La cinta narra las dificultades irlandesas para integrarse al mando mexicano, los mutuos recelos y a la vez la confraternización. Se remarca el elemento religioso, pero por desgracia no se abunda en los que significaba para ambos pueblos este componente específico de su cultura nacional.

En ese sentido, los personajes toman características de representacion de sus sociedades —especialmente el personaje de Daniela Romo, con una actuación contenida que raya en el simbolismo de la mexicanidad-, pero no se abunda en las posturas históricas sino que se prefiere dar cauce a la subtrama romántica. Eso resta fuerza a la cinta porque invierte tiempo en el clásico triángulo amoroso.


A pesar de una realización que lucha con el bajo presupuesto, la película entrega buenos momentos, como la batalla del Convento de Churubusco. Contada la batalla de Churubusco desde el punto de vista irlandés —no aparece el general mexicano Anaya ni su famosa frase de rendición "Si hubera parque no estaría usted aquí", la recreación es excelente. El manejo de la carga de infantería norteamericana y los disparos de la artillería irlandesa recrean con fuerza y fidelidad lo que fue una batalla destinada al fracaso por falta de medios —el detalle de los cartuchos inadecuados para los viejos mosquetes mexicanos, por ejemplo-. Otro detalle de buena reconstrucción militar es el uso exclusivo de los cañones de 12 libras o twelve pounders, conocidos como Napoleones.


Pero también hay un desliz discutible en la película. Los desertores del Batallón de San Patricio fueron ejecutados durante la toma de Chapultepec —donde aun en el último momento se les prohibe decir sus oraciones finales en gaélico-. La película presenta la ejecución cuando la bandera mexicana es arriada del astabandera y sube la norteamericana.

En realidad el astabandera estaba vacía en ese momento. La bandera mexicana de Chapultepec no fue capturada por el invasor norteamericano. La historia mexicana señala que fue el cadete Juan Escutia quien la arrancó y se lanzó al vacío para evitar la captura (aunque entre historiadores especializados se discute si fue Escutia o Montes de Oca).

Las consecuencias de la guerra para México son conocidas: la pérdida de más de la mitad de su territorio. Lo que no se estudia fueron las consecuencias para los Estados Unidos.

Lo que sólo se conoce en círculos de historiadores es que la guerra contra México tuvo una grave consecuencia para Estados Unidos: su propía Guerra Civil (1861-1865). El Sur quiso que los territorios capturados a México fueran esclavistas (la mayoría estaba geográficamente debajo de la famosa Línea Mason — Dixon, que dividía al Norte del Sur).

La discusión sobre estos territorios y las contradiciones sociales y económicas que giraban alrededor del asunto de la esclavitud —la peculiar institución del Sur- desembocó en un conflicto armado fraticida que causó 600 mil muertos en un país de 20 millones de habitantes.

Rendición del ejército sureño de Lee, en 1865, al final de la Guerra Civil de Estados Unidos.

Esos 600 mil muertos en la Guerra Civil estadounidense es la cifra más alta de una guerra norteamericana. La suma de todos los otros conflictos armados donde han intervenido los Estados Unidos, desde 1812 hasta la reciente Guerra de Irak, no alcanzan a sumar juntos esta cifra. ¿Justicia divina?

Como dato histórico curioso, los compañeros de armas norteamericanos que combatieron juntos contra México se dividieron amargamente durante la Guerra Civil. Robert E. Lee y Thomas Stonewall Jackson apoyaron la causa militar del Sur Confederado; Ulysses S. Grant y George B. McClellan dirigieron al ejército de Norte Unionista. Esto muestra como se desgarró en dos un país luego de tomar los territorios de otra nación más débil.

Héroes o traidores, como película, tiene su valor al tratar un tema casi desconocido en ambos lados de la frontera. Evitado o ignorado, el Batallón de San Patricio es realmente un símbolo de elección justa en defensa del débil, de la defensa de la religión común y la resistencia al colonialismo.

Daniela Romo / Tom Berenguer.

Aunque en momentos se ve débil en su realización, el film tiene la virtud de tocar puntos que se han querido olvidar pero que están dentro de la conformación cultural y política de dos naciones vecinas. Sólo quienes recuerdan los errores pasados pueden evitarlos en el futuro.

Un puñado de irlandeses, que se unió a un pueblo muy distinto pero con el que compartía la misma religión y el peligro de ser colonializado, es un ejemplo de dignidad a recordar… en ambos lados de la frontera más transitada del planeta.

Homenaje de México e Irlanda al Batallón de San Patricio.

ONE MAN’S HERO / HEROES O TRAIDORES. Producción: Producciones San Patricio, Hool / McDonald Productions, Filmax, Silver Lion Films . Director: Lance Hool. Intérpretes: Tom Berenger (John Riley), Daniela Romo (Marta), Joaquim de Almeida (Cortina), Stuart Graham (cabo Kenneally), James Gammon (Gral. Zachary Taylor), Patrick Bergin (Gral. Winfield Scott), Don Wycherley (Brian Athlone), Luis Lorenzo (Padre Varga). Música: Ernest Troost. Fotografía en color: Joao Fernández.