16 noviembre 2015

Dra. Rosario Barroso Moguel, primera mujer que ingresó a la Academia Nacional de Medicina de México


El 8 de marzo de cada año, en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, se abordan muy diversas problemáticas de las mujeres en los estratos marginados o desprotegidos de la sociedad: o bien, se reciclan mujeres famosas en el ámbito del poder y el espectáculo. Por el contrario, es muy escasa la información que se refiere a mujeres en situación opuesta, es decir, las que viven en la ciencia o las humanidades, campos donde han librado batallas decisivas por la equidad de género y en pro de la mujer, pero mucho menos “rentables” mediática o políticamente. Evidentemente este grupo de mujeres, por ejemplo, las médicas exitosas, no tiene los problemas que sufren campesinas, madres niñas o adolescentes, pero se ven confrontadas por su incursión en una disciplina cuya identidad, históricamente, se ha definido como masculina, definición que encubre un férreo machismo.

Hoy, en el Día Internacional de la Mujer, hay que recordar a una de estas personas que con trabajo y tesón, sin brillos mediáticos ni apoyos políticos, abrió realmente la brecha clave para la equidad de género en el campo de la medicina: la Doctora Rosario Barroso Moguel, primera mujer que ingresó en la selecta Academia Nacional de Medicina de México.

La Academia Nacional de Medicina fue creada en 1864. Desde entonces pertenecer a la misma ha significado reconocimiento, prestigio y, de cierta forma, entrar a la élite médica nacional e internacional. En 1887 se graduó la primera mujer de médico cirujano por la Universidad Nacional de México, la doctora Matilde Montoya y Lafraga (1859-1938). Sin embargo, es hasta 1957 que ingresó una mujer en la Academia Nacional de Medicina, la doctora Rosario Barroso Moguel (1923-2006). La segunda fue aceptada hasta 1965, la doctora Julieta Calderón de Laguna (1918-2001) y para 1973 se incorporó la tercera, la doctora María de la Soledad Córdova Caballero (1929- vive). Desde entonces y muy lentamente se han abierto las puertas a las mujeres. A partir de 2000 su inserción puede considerarse numerosa.

La Doctora Barroso Moguel nació en Zimatlán de Álvarez,Oaxaca, el 5 de octubre de 1921, penúltima hija en el seno de una familia de 13 hermanas y hermanos, de los cuales sólo ocho llegaron a edad adulta. Obtuvo el título de médica cirujana de la UNAM en 1945 con mención honorífica. Realizó su maestría en Ciencias Médicas en Anatomía Patológica en 1962 y su doctorado en Ciencias Médicas con especialidad en anatomía patológica en 1968 en la UNAM. Especialista en Anatomía Patológica, fue miembro fundador y titular del Consejo Mexicano de Médicos Anatomopatólogos en 1963.

Fray Luis de León decía:

"Que descansada vida la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!"

La Doctora Rosario Barroso citaba esta frase y actuaba en consecuencia; ajena a discursos, actividades políticas y distracciones tenía sólo una pasión: la medicina y en ella la investigación biomédica. Muchas doctoras y médicos hoy con mucho renombre fueron discípulos de ella y admiradores de su talento y personalidad.



En un tiempo donde la medicina era una profesión mayoritariamente masculina, la doctora Barroso trabajó con entusiasmo sin igual, con perseverancia, con gran talento y sin vacilación alguna frente a sus colegas patólogos infundiendo en ellos respeto y admiración. Pero además de ser una mujer de su tiempo, primera mujer que ingresó en la centenaria Academia, fue una mujer intensa y fuerte, pero amable y gentil; talentosa y firme, pero humilde y afectuosa; fue espléndida maestra y leal colaboradora de su maestro don Isaac Costero Tudanca. Esta lealtad fue conspicua e indeclinable, pero no sometida, ni incondicional, ni servil.

La Doctora Barroso fue una mujer notable que hizo que las mujeres se notaran en una profesión, no chauvinista ni machista, pero sí habituada, por numerosas circunstancias sociales, a la presencia masculina sobre todo en las áreas de mando y decisión. Rosario Barroso como científica fue talentosa, firme, combativa, digna y también cordial y cariñosa. Así, sin estridencias, ni agresiones, ni prejuicios atávicos se ganó un lugar indiscutible en la élite médica de México. Se hizo notar por su dedicación, sus conocimientos, su mano diestra y su capacidad de observación científica; parecía compartir un aire de similitud con María Curie.

Sus credenciales médicas, académicas y de investigación médica son impresionantes:
Sus estudios de posgrado son impresionantes por los sitios de su entrenamiento con los mejores patólogos de su tiempo. De 1948 a 1950 realizó una estancia en el Pathology Department del Columbia Medical Center (Nueva York, EUA) con el doctor Purdy Scout; otra en el Departamento de Patología del Veterans Administration Hospital (Nueva York, EUA) con el doctor Gordon, otra en el Departamento de Patología del Memorial Hospital de Nueva York, con los doctores Spitz y Allen y finalmente en el Armed Forces Institute of Pathology (Bethesda, Maryland, EUA) con el doctor Ash. Pocos patólogos antes o después de ella han cubierto un entrenamiento académico de semejante prestancia.

Dominaba los idiomas inglés, francés y alemán y hablaba el español con gran pulcritud. Además era una espléndida dibujante.

Profesora por oposición en anatomía patológica en 1962 de la Facultad de Medicina de la UNAM, en 1945 fundó el Departamento de Anatomía Patológica en el Hospital de Enfermedades de la Nutrición. Fue investigadora de tiempo completo en el Departamento de Anatomía Patológica del Instituto Nacional de Cardiología (1952 a 1973), profesora adjunta de Anatomía Patológica en la División de Estudios Superiores de la Facultad de Medicina de la UNAM de 1948 a 1972, profesora titular de Histología de la Facultad de Medicina de la UNAM de 1965 a 1970, miembro del Consejo Técnico de la Facultad de Medicina de la UNAM de 1958 a 1963 y profesora titular en el Curso de Patólogos de 1960 a 1965.

Fue además profesora titular de Histología Normal y de Anatomía Patológica del Instituto Politécnico Nacional, de 1965 a 1970 y profesora titular de Histopatología General, en el Curso de Profesores en Anatomía Patológica de la UNAM de 1965 a 1968.

Fungió como Vicepresidente y Presidente de la Rama Mexicana de la International Academy of Pathology, de 1964 a 1967 y fue además Jefe del Laboratorio de Neuromorfología Celular del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, de 1983 a 2005, Investigador Titular "C" de la Secretaría de Salud, de 1984 a 2005 e Investigadora Nacional Nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (de 1985 a 2005).

La doctora Barroso fue la primera mujer que ingresó en la Academia Nacional de Medicina de México (1957) y fue miembro titular desde 1973. Fue nombrada "La Mujer del Año 1988" por el Patronato Nacional de la Mujer del Año, A.C. (26 de octubre de 1988). Elaboró veintiocho películas sobre Cultivo de tejidos conjuntivo, miocárdico y nervioso, en colaboración con los doctores Isaac Costero, Charles M. Pomerat y Agustín Chévez. Dirigió numerosas tesis de grado y posgrado. Perteneció a las más distinguidas sociedades médicas de su especialidad y publicó más de 200 trabajos científicos. Son clásicos sus reportes de neurohistología del cuerpo carotideo y sus estudios sobre alteraciones del sistema nervioso secundarios a la administración de cocaína.

“Quizás precisamente por razones derivadas del trabajo que desempeño, veo la vida más hermosa que el común de las gentes. Me gusta la pintura y pinto. Me encantan la arqueología, la escritura. Soy una viciosa de la fotografía a color”. A lo largo de su vida también cultivó el gusto por la música clásica (es especial obras de Beethoven, Tchaikovskij, Rimsky Korsakov, Borodin) y tuvo amistades en el medio intelectual mexicano como Rosario Castellanos y Alfonso Reyes.

En referencia a su trabajo en el Departamento de Anatomía Patológica del Instituto Nacional de Cardiología, del que fue subjefa, comentaba: “Creo que el laboratorio es, para la mujer, una de las ramas más interesantes de la medicina. Analizamos nosotros los fragmentos de órganos que se operan al enfermo para saber si se trataba, por ejemplo, de un tumor maligno o benigno, de un reumatismo activo o apagado.”

“Este estudio tiene por objeto principal el evitar que en otras personas se reproduzca el tipo de enfermedad en cuestión. O curar mejor a las que ya la padecen… Yo considero mi trabajo muy interesante. Lo considero como uno de los medios por los cuales la medicina ha avanzado rápidamente en relativamente pocos años”.

Cuánto le deben a la Doctora Barroso y a otras muy distinguidas académicas las mujeres dedicadas actualmente a la ciencia médica, que por cierto ahora, son mayoría en las facultades y escuelas de medicina y una fuerza espléndida en esta época en que se encuentra toda la medicina. La mujer actual con su inteligencia, su tenacidad, su imaginación y su generosidad es fuerza del cambio y de mejora en dicha profesión.

En el escenario actual, la imagen de Rosario Barroso alcanza nuevas perspectivas y se convierte en una figura legendaria. Se recuerda, con emoción, el cariño y admiración que la Doctora Barroso despertaba espontáneamente y de forma particular en sus alumnas y colaboradoras. En sus casas de trabajo, el Instituto Nacional de Cardiología (donde laboró bajo la dirección del Doctor Ignacio Chávez) y el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, se le recuerda con gran frecuencia (en sus instalaciones hay un Museo dedicado a su labor, que lleva su nombre). El espacio que dejó con su penosa enfermedad y su muerte se ha llenado de anécdotas y recuerdos que dan calor humano a los laboratorios de investigación.

En recuerdo de Rosario Barroso, hoy hay que remarcar que en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía la presencia de la mujer es numérica y académicamente igual a la del hombre. Muchas de estas transformaciones son consecuencia de la labor cotidiana y silenciosa de varias décadas de la Doctora Barroso, pero más aún de su ejemplo indeleble fincado no en destellos sino en la más perseverante cotidianeidad durante más de 50 años.

Por lo que la vida de Rosario Barroso dejó, me atrevo a decir respetuosamente que más que lamentar su muerte, celebramos su vida y su ejemplo.

Archivo de Guillermina de Lourdes Barroso Moguel.

Textos originales de la Doctora Ana Cecilia Rodríguez de Romo y del Doctor Julio Sotelo. Entrevista de Maruxa Vilalta.
Las mujeres en la Academia Nacional de Medicina de México: análisis de su inserción
y ubicación en la élite médica. Dra. Ana Cecilia Rodríguez-de Romo
In memoriam. Doctora Rosario Barroso Moguel. Texto leído en el Homenaje realizado en la Academia Nacional de Medicina, con motivo de su fallecimiento. Dr. Julio Sotelo.
Entrevista realizada por Maruxa Vilalta para su espacio Mujeres que Trabajan. Publicada en Excelsior, el 11 de marzo de 1957. La entrevista se publicó cuando la Dra. Barroso Moguel tenía 36 años, unos meses antes de su ingreso a la Academia Nacional de Medicina de México.
Armado editorial: Francisco Peña.